
Ha taladrado la roca como una idea fija taladra la mente. Y entra en efervescencia que admira al paseante por la escollera.
El zumbido de la ola bajo la piedra sobrecoge el ánimo. El espectador piensa que así- como ese mar enfurecido- se revuelven las cosas de la vida en su pensamiento.
Mira el roquedal erosionado para no dar un mal paso y sufrir una mala caída. Entonces observa que uno de los orificios que el mar ha practicado en la dura superficie de la roca, justamente el que vemos nosotros abajo, a la derecha, tiene forma de corazón.
Entonces adquiere la certeza de que el mar de la vida nos trae y nos lleva, esculpiendo formas y dejando improntas.
Y a veces, le arranca a uno el corazón. Y queda el hueco, vacío, anhelante.
De vez en cuando, la vida entra en erupción y llena ese hueco de lágrimas salobres.
Es el mar en las rocas.
Es la vida en las almas.