Muchos pasan sin descubrir ese rostro escondido en la labor delicada de una puerta de noble belleza en una ciudad.
Fiereza en bronce plasmada. Domesticada en plafón ornamental. Sobre la soberbia testa leonina, el escudo de España, sostenido por dos rampantes leones en miniatura.
Un clavo saca otro clavo, dice el refrán. Pero dejad en su sitio este clavo de artística factura, porque ennoblece la puerta y la embellece.
El capricho en metal de un ser fabuloso, a la entrada de una casa. La imaginación del artista del metal logró este rostro indefinible mitad humano mitad animal fantástico.
Parece triste el león. Está hasta la melena de aguantar la enilla de la aldaba. Se siente viejo, como vetusta es la madera de esta puerta. Pero ha perdido los dientes, a fuerza de que la aldaba se mueva bruscamente entre sus fauces, antaño temibles. Parece triste, sí, parece triste. Al menos, dedicadle una mirada compasiva.
Parece triste el león. Está hasta la melena de aguantar la enilla de la aldaba. Se siente viejo, como vetusta es la madera de esta puerta. Pero ha perdido los dientes, a fuerza de que la aldaba se mueva bruscamente entre sus fauces, antaño temibles. Parece triste, sí, parece triste. Al menos, dedicadle una mirada compasiva.