
Tengo fobia a las multitudes, lo confieso. La verdad es que padezco fobia social. Cuando veo las celebraciones multitudinarias (el Mundial de Fútbol, por ejemplo, los sanfermines, los conciertos de grupos famosos) me espeluzno, es que me pongo enferma de pensar en la posibilidad de encontrarme envuelta en la masa vociferante, o silenciosa, no es la cuestión, porque lo que me llena de terror es la multitud.
Por ende, prefiero mil veces quedarme en mi patio con mi buena ducha y mis macetas a acudir a una de las playas de más aceptación, sombrilla con sombrilla, hombro con hombro.
Aquí os muestro una foto de Javier bañándose a la hora de máxima afluencia a esta playa (máxima afluencia= Javier y Rosa) la una, hora en que una tiene la playa para una jejeje(redundancia= rebuznancia).
Lo más chusco es que es una playa cómoda y cercana a nuestro duplex, digamos que está en plena Gran Vía, pero cubre bastante y no es adeciada para niños, ni para personas que no sepan nadar. Debe de ser por eso que no se llena. A mí me relaja, me da ganas de vivir esta tranquila libertad. Considero un lujo tener una playa prácticamente para nosotros solos. Acuden algunas personas, pero la playa sigue y sigue y hay tramos en que estás completamente solo, ahora bien, con tu ducha y tu lavapiés, tu paseo con bancos y, más adelante, tu humedal con patos y garcillas.
Hoy es domingo, día de fobia para mí, porque hay mercado y está muy cerca de casa. Iremos a por fruta buena, pero algunas veces no me siento con fuerzas de acompañar a Javier, Odio los mercados, sinceramente.
Soy un hurón, jajaja, no me relaciono coin facilidad, aunque la gente da en creer lo contrario, por mi costumbre de sonreir, cosa que sí hago constantemente sin darme cuenta, hasta el extremo que muchas personas me saludad pensando que les sonrío a ellas, y es que sonrío a mis pensamientos. Un poeta de aquí me llamaba la mujer de la eterna sonrisa, pues decía que me conocía desde que nací y no recordaba haberme visto jamás sin mi sonrisa.
Para mi suerte es así, pero también para mi desgracia; aún recuerdo a mi profesor de Química en el Instituto, era el Director, y me reñía constantemente con esta frase: "¡Hidalgo de Cisneros, ya está usted con su sonrisita!" jajaja. Yo lo respetabe muchísimo, iba con sobresaliente...pero sonreía...como siempre. No lo puedo evitar.
¡deseadme suerte, que voy al mercado, a por una colchoneta que le he encargado a un tapicero que pone puesto!