DÍA 9, penúltimo día de la cuadragésimo primera Feria del Libro de Alicante y día de la presentación de mi novela Isla Cueva Lobos.
Veo por fin un ejemplar definitivo (sólo había visto hasta entonces las pruebas de imprenta) y lo examino con interés. Trae las cartas naúticas del litoral de Mazarrón y Cartagena, cosa que me encanta.
Dos lectoras se interesan por mi novela y entran a la caseta para hablar conmigo.
Una de ellas se decide por Isla Cueva Lobos
Con mi editor, José Antonio López Vizcaino, Presidente de los Libreros de Alicante.
Hay una lectora que escoge otro de mis libros: "La delicada piel del alma", aquí estoy dedicándoselo.
Además de firmar "Isla Cueva Lobos", (aquí) también firmé algún que otro ejemplar de "El Emboscado".
Y así acabó el tiempo de firmar del día 9, luego cenamos en la Explanada, dimos un paseo por el puerto y tomamos un helado en un parque...y al hotel. Una noche redonda.
Día 10, clausura de la Feria.
Amanece caluroso, pero hay que echarle valor y salir, en vez de quedarse en el hotel. La plaza del Ayuntamiento tiene surtidores de agua que refrescan el ambiente, hay muchos puestos de monedas, antigüedades y curiosidades varias.
Desde un paseo marítimo se domina la playa del Postiguet, es como un hormiguero de bañistas. El agua tienta, pero no venimos a bañarnos. Menos mal que la brisa marina alivia un poco el intenso calor.Tomamos un taxi y nos vamos a visitar el Museo Arqueológico. Hay una exposición temporal del Ermitage.
Ya son las 8 de la tarde y comienza mi turno de firmas, hasta las 10 oigo como los altavoces anuncian a los escritores e informan de la caseta en que cada uno se encuentra. No puedo evitar menear la cabeza con cierta desaprobación cuando me oigo anunciar con los dos apellidos: Rosa Cáceres Hidalgo de Cisneros. Tal vez les gusta como suena, pero yo firmo simplemente Rosa Cáceres.
Toca esperar y poner cara de poker mientras los paseantes te miran y te repasan como si fueras una esfinge de museo.
Como ya dije, sobre la mesa y en los mostradores y estantes están las tres novelas mías editadas en ECU.
Y firmo un ejemplar...
Acabo mi turno a las 10 y nos vamos a cenar. Después otro paseo junto al mar, otro helado, otro día redondo.
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Y AHORA, lo que le he prometido a MARÍA:
(Continuación del capítulo de Isla Cueva Lobos iniciado en la entrada anterior. Como es bastante extenso, tan sólo es otro fragmento). Dedicado a los lectores intrigados.
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-¡Levanta del suelo, zorra! Ahora te vas a enterar de lo que es pasarlo mal, y luego le daremos la noticia a tu nuevo papaíto, el gran arqueólogo Leandro Galifa, que por fin ha conquistado a la mujer de sus sueños, la novia ideal de su juventud ¡Vamos, pedazo de ramera, tan ramera como tu madre! ¡Vamos, he dicho! Seremos dos parejas llenas de lujuria: Marina y Leandro, y tú, Lola, la hija de Marina Balibrea, y yo, Emilio, el hijo de Leandro Galifa ¡jajaja! ¡Vamos a casita! ¡Nos vamos a divertir, te lo juro! Luego, puede ser que mueras, pero eso no tiene importancia, todo el mundo muere antes o después ¡Arriba, asquerosa furcia! ¡Ponte en pie o te mato aquí mismo!
Lola, desobedeciendo la orden, se dejó caer de nuevo en el suelo sembrado de piedras. Sabía que su última y única posibilidad de salvación estaba en permanecer, costara lo que costara, en el exterior de la ruinosa casa del islote a la que aquel sádico la conducía a rastras. Mientras consiguiera retrasar la marcha, resistiéndose con todas sus fuerzas a despecho del daño que recibiría castigada su rebeldía por aquel diablo, y lograra que los dos estuvieran al aire libre, existía la posibilidad de que alguien los viera desde la cercana costa habitada y diera aviso para que la socorrieran, puesto que resultaba evidente lo que aquel energúmeno estaba perpetrando.
Un violento golpe de una furiosa patada en su costado la dejó sin respiración. El brutal impacto le había hundido, sin duda, varias costillas flotantes. Sintió que se ahogaba cuando el hombre la obligó a arrodillarse, asiéndola del cuello del traje y estrellándola con furia contra el terreno pedregoso. El choque le produjo erosiones dolorosísimas en la frente, la nariz y la barbilla. El sabor ferruginoso de la sangre invadió su lengua, y se mezcló con el sabor salado de las lágrimas de miedo y de dolor que brotaban incontenibles de sus ojos.
Aterrorizada, pudo sin embargo atar los cabos de aquella disparatada situación. El loco se había identificado como el hijo de Leandro Galifa y había dicho llamarse Emilio. Por otra parte, había demostrado saber que ella era Lola Ifre (no estaba siendo víctima de ninguna confusión) y había aludido claramente a su madre, Marina Balibrea, refiriéndose a ella como la novia de juventud de su padre.
El vertiginoso curso de su razonamiento deductivo cesó abruptamente cuando su raptor la introdujo a rastras en la vieja edificación, la única existente en la solitaria isla, y la arrojó al suelo. El loco se sirvió de un afilado puñal de submarinista para rasgar el neopreno del traje de buceo que ella vestía. Después la despojó a tirones de él y también del biquini que llevaba debajo, dejándola completamente desnuda.
-¿Qué tenemos aquí? ¡Pero si es la diosa Venus, surgida de las espumas del mar! –dijo sonriendo con una histriónica mueca de odio enloquecido.
Lola intentó cubrirse con las manos los pechos y el pubis, pero sus gestos de autoprotección provocaron más al monstruo que le propinó varios pinchazos con la punta del cuchillo que sostenía y que había usado para rasgar su vestimenta.
-¡Quieta, zorra! –bramó arrojando el puñal a un lugar inalcanzable para ella, pero fácilmente accesible para él.
Continuará...si alguien me lo pide.