A los niños de antes se les decía en el colegio -cuando aún eran tiernos alevines de estudiante- que una ardilla podia cruzar la Península Ibérica por completo, de norte a sur, de este a oeste, saltando de la copa de un árbol a la copa de otro, sin necesidad de tocar el suelo ni una vez. Tal era la densidad de arbolado con que contaba la vieja piel de toro.
Bien, pues tengo una noticia, aunque no demasiado buena, segun se mire: Una ardilla puede realizar hoy en día la misma proeza. Me refiero, naturalmente, a la de cruzar la Península Mártir sin tocar el suelo.
- No dirá usted por la abundancia de árboles que tenemos- me arguye el sabelotodo de turno.
- No señor, de árboles no hablo ahora, pero fíjese usted y calcule distancias y verá que la ardillica podría saltar, dale que te pego, de una pluma de esas de la construcción a otra, porque mira que tenemos de esas en todos los sitios...
-¡Ah! Tiene usted razón. Pero la pega es que el animalico tiene que pegar los saltos a una altura más que considerable. Y sin red. Y claro, la cosa tiene su intríngulis, que una mala caída...
-Eso sí. Pero no quita para que la ardilla que tenga valor, lo pueda hacer.
-Ahí ¿ve usted? no puedo llevarle la contraria.
-Pues eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario