sábado, 24 de noviembre de 2007

Torre de La Azohía


Desde el monte, a despecho de los vientos,
fuerte y firme en el roquedal,
la torre de La Azohía otea el mar.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Índoles

Hiel sobre miel,
vinagre y sal en la herida.

Ceniza en el pan
que estaba recien horneado.

Miel en el pan,
vino en la copa,
bebida caliente en día de frío.

Gente de una índole,
gente de otra.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Gratitud

Agradecen las rosas el rocío.
Agradece un alma ser acariciada.
Suave ha de ser el roce
que conforta,
y que calma.
Leve la gota de rocío,
sutil la frase acertada.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

El mar

Repite conmigo: mar,
mar,
mar....
Sólo una palabra,
y ya tiene sal.

Y ya tiene ritmo,
musicalidad....
baile de las olas: mar,
mar,
mar,
mar,
mar.


martes, 20 de noviembre de 2007

Mis rosas


Este es un cuadro de gran formato que pinté en una tabla, que es el soporte que prefiero. El óleo representa un gran jarrón antiguo, de mi madre, que estaba en el salón de mi casa en la calle Simón García de Murcia. El ramo de rosas es un obsequio que recibí de la persona que más quiero en el mundo ¿Puede darse mayor conjunción de afectos? Hoy preside mi dormitorio, su simplicidad compositiva se conjuga bastante bien con mi espítitu, poco dado a lo superfluo.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Puerto de Mazarrón


Todos tenemos paisajes ideales, paisajes que están para siempre impresos en nuestro yo más profundo, hasta el punto de no necesitar mirarlos para verlos.
Este paisaje es uno de los que representan la serenidad que solamente puede ofrecer lo que verdaderamente amamos.
Lo dibujé a plumilla, empleando tintas de varios colores. La técnica es ingenua, poco depurada, pero al fin y al cabo, al plasmarlo no pretendía yo sino acariciar las líneas del paisaje, para demostrarle ( si es que acaso los paisahjes nos sienten a nosotros como nosotros los sentimos a ellos) mi cariño.

Perfección frutal

Redonda perfección frutal. Nostalgia de los días de verano, olorosos, con un aroma frutalmente propagado, como decía Miguel Hernández de la dinamita murciana.
Sol vegetal que se degusta y saborea.
Nunca sabremos cuál fue en verdad la fruta prohibida del Paraíso. Pero la sospecha apunta a que fue fruta estival, de soleada recolección, de zumo dulce y dorado.
Quizás no fue la manzana la tentación definitiva.
Y a las puertas del invierno, nos parece que los melocotoneros del Edén eran tan fecundamente abundosos como los de Cieza. Y los echamos de menos.
Así somos los humanos: sentimos nostalgia de lo que no está frente a nosotros, idealizamos la belleza ida y lejana. La belleza frutalmente redonda y perfecta del melocotón de terciopelo.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Agon

Un breve chispazo
de luz y alegría ilumina de cuando en cuando
la ruta de la vida.
Brilla y su resplandor alegre
nos seduce. Y olvida
el alma
la angustia
que la tiene oprimida.
Pero, siempre, siempre, siempre
está en el horizonte la muerte cierta, fría.

No somos más que un segundo
en el trascurso eterno de los días.

Nos afanamos y nos desvivimos
en lucha,
no somos sino "agonía",
tal cual los griegos antiguos
filosofaban y sabían,
tal como el sabio Unamuno,
desconsolado,
decía.
Que la vida es siempre trágica,
que vivir es agonía.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

La gente, esa masa sin alma de seres crueles...

Son palabras de una de mis narraciones. Y es que algunas veces se percibe así a quiénes nos rodean.
Garamonda ha nacido en la época que hemos dado en llamar Edad Media.
Es una mujer fea, muy fea. Su rostro está marcado por un angioma de nacimiento que le confiere un aspecto casi monstruoso.
La gente, esa masa sin alma de seres crueles, atribuye su mancha púrpura en la cara a los mil beso que le ha dado el Diablo. La maldicen, la temen, la odian.
El sufrimiento es el único compañero de Garamonda, confinada en la espesura del bosque para huír de las miradas de todos.
Lo que allí le ocurre confirma que la gente, considerada como masa, no tiene alma o, si acaso la tiene, resulta ser tan horrible como su crueldad.

(De "TIC-TAC poesías y relatos contra el tiempo", Antología, Ediciones Atlantis , Madris 2007)

viernes, 2 de noviembre de 2007

Escribir en la arena

En la húmeda arena de la orilla de la playa es fácil trazar líneas con un dedo, con la pluma desprendida de un ave...

También es sencillo escribir. La superficie tersa, igualada, lisa, invita a dejar un mensaje.

Escribe, pues. Escribe.

Da forma a tus pensamientos, tradúcelos a palabras formadas en la tabula rasa de la arena mojada.

No guardes nada dentro. No recates tu alma. No hay gente curiosa. La playa está solitaria.

Puede que tengas algo, una espina clavada. Quién sabe si un rencor, un deseo de revancha..., una vergüenza oculta de un fracaso pasado, un error en tu vida, un mal paso ¡Y damos tantos!

Escríbelo en la arena y cuando venga una ola y lo borre te enseñará la playa una lección consoladora: es posible empezar de nuevo.