Son palabras de una de mis narraciones. Y es que algunas veces se percibe así a quiénes nos rodean.
Garamonda ha nacido en la época que hemos dado en llamar Edad Media.
Es una mujer fea, muy fea. Su rostro está marcado por un angioma de nacimiento que le confiere un aspecto casi monstruoso.
La gente, esa masa sin alma de seres crueles, atribuye su mancha púrpura en la cara a los mil beso que le ha dado el Diablo. La maldicen, la temen, la odian.
El sufrimiento es el único compañero de Garamonda, confinada en la espesura del bosque para huír de las miradas de todos.
Lo que allí le ocurre confirma que la gente, considerada como masa, no tiene alma o, si acaso la tiene, resulta ser tan horrible como su crueldad.
(De "TIC-TAC poesías y relatos contra el tiempo", Antología, Ediciones Atlantis , Madris 2007)