"¿Quién soy?"
Esa es la pregunta que parece formular el graciosillo que le tapa los ojos al muchacho que a su vez intenta reconocer al bromista mediante el tacto, pues seguramente el que le ha puesto las palmas sobre los párpados ha hablado con voz fingida.
Una escena cotidiana, de carácter burlesco, tomada de un capitel historiado en un claustro de los muchos que abundan en nuestro país. Una maravilla de gracia y mimo por la labor de talla, vestigio de un tiempo antiguo en que no había prisa por terminar la labor y primaba la aportación personal del cantero, del tallista, del imaginero.