sábado, 29 de noviembre de 2008

Rosas acrílicas sobre tabla

Rosas y margaritas silvestres sobre un panel. Este es uno de mis últimos cuadros.Visto al natural es alegre en su colorido. Aquí no he logrado reproducirlo al completo, porque lo he escaneado y lo que se ve es todo lo que ha cabido.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Un fragmento de mi novela AURA



La cocina de la casa señorial era enorme, pero cálida, como siempre lo es aquella en que se han cocinado muchos pucheros, se han pelado muchas patatas y se han amasado muchos bollos y muchos dulces de Navidad. La vida se va acumulando en estos espacios, hasta el humo que agrisa las paredes contribuye a hacer de estas estancias espacios vividos, humanos, acogedores.
Una gran chimenea, un hogar de crepitante leña de los montes de Yeste, la mejor de la Mancha, ardía con alegre chisporroteo.
-Buenos días, Emilia –saludó Aura a la cocinera.
-Buenos días, Aurita –respondió la mujerona con confianza mientras se encaminaba, moviendo sus enormes nalgas con cadencia de reumática, hacia el vasar para tomar un tazón de limpieza escrupulosa y un plato de loza floreada en que preparar el desayuno de su señorita.
Emilia realizaba estas tareas con agrado, incluso con cariño. Había visto nacer a Aura, la había mecido infinidad de veces en sus brazos, había sido su “ama seca” (como se llama a las amas que no amamantan a las criaturas, que no son “amas de cría”) y, por eso, Aura siempre sería Aurita para ella. Y ningún gesto de orgullo que hiciera, ninguna palabra áspera que le dirigiera lograba hacer flaquear su devoción por ella. En esto resultaba impermeable. Como una madre.
Emilia había entregado su vida a la familia Soto, desde jovencita, cuando entró a servir en la casa grande. Como la que entra en un convento para profesar en él. Había hecho, podría decirse, votos perpetuos. Y no se arrepentía. Les estaba agradecida. Agradecida por haberle dejado vivir allí, gozando de una habitación para ella sola, en lugar de compartir un jergón de lana apelmazada con su hermana Salvadora, y tener la única y dudosa privacidad de una cortina, hecha con una jarapa de rayas, separando el espacio de las hermanas del que ocupaban sus hermanos varones, Germán, Cleto y Bartolo.
También disfrutaba Emilia sintiéndose ama de aquella cocina enorme, más grande que el chamizo que era la casucha en que había vivido con sus padres y hermanos.
Allí, en esa cocina, había de todo. La despensa estaba bien surtida. Emilia removía sus guisos, bien sabrosos, por cierto, con un buen cucharón que podía elegir de entre los que pendían de una tabla con ganchos, colgada sobre el enorme fregador de dos senos y buena losa de mármol para escurrir los cacharros de la fregaza.
Esto sin mencionar la cocina de hierro forjado negro y reluciente, con tiradores de bronce dorado, siempre impecables.
Pero lo mejor de todo era para Emilia la despensa, que podía llenar a voluntad, como cocinera de la casa y encargada de hacer la compra. Tenía carta blanca. Era casa de rumbo. No se escatimaba. ¡Ella que había pasado tantas privaciones en su niñez! ¡Al cabo que no presumía en la tienda de Ultramarinos de Joaquín mandando que le pusiera de esto y de lo otro, pero que fuera de lo mejor!
El mejor arroz de Calasparra, que traía en su camioneta, en saquitos de tela, Fermín el de la Muñoza.
Aceite de oliva de la almazara de Saturnino, harina de flor de trigo, tortas para el gazpacho de “La Perdiz”, y hasta caramelos de Hellín de La pajarita o de La Elisa, y del Congreso, con su yemita dentro.
¿Se privaban de algo sus señores? No ¿Le escatimaban a ella la comida? Tampoco.
La Emilia era feliz, le encantaba canturrear romances mientras se movía bamboleándose por su reino tinelario.
También sabía zarzuelas y otras coplillas de tono más populachero, así como cuplés de moda o coplas de Estrellita Castro que era su ídolo.
A Aura le gustaba oírla cantar. En especial, los romances. La hacían recuperar la infancia perdida. Cuando el acogedor pecho de Emilia, “abruzándola” en su vieja mecedora, sentada en su regazo, servía de refugio y consuelo en sus pequeños conflictos.
Por eso Aura también la quería, como a una segunda madre. Aunque ya no tuviera el mágico poder de curar su ánimo herido con un romance antiguo, que hablara de doncellas guerreras, de una dama y un rústico pastor, de una infantina encantada o de un conde que cabalga por la playa una mañana de San Juan.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Otro relato hiperbreve

CATÁSTROFE

Sobre aquel pequeño témpano de hielo a la deriva por el océano Glacial Ártico, los dos desafortunados exploradores se morían de frío.
Aún tenían consigo el trineo de madera en el que les había sorprendido la catástrofe. El más ingenioso de los dos, arrancó un par de palitroques y frotándolos enérgicamente, consiguió hacer fuego para calentarse. Hubiera sido mejor que no lo consiguiera. El hielo tardó menos de una hora en derretirse.

martes, 25 de noviembre de 2008

Un microrrelato sobre el placer de viajar


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POSOS DE TÉ
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Introdujo las hojas de té en la pequeña redecilla para infusiones.
Al beber los últimos sorbos de la taza que se preparó, observó que en el fondo habían quedado posos.
Sabía que algunos augures leían el futuro en los posos del café y se preguntó si los del té contendrían alguna respuesta al interrogante que llenaba sus pensamientos desde hacía ya varios días.
Miró atentamente el fondo de la taza, una vez colocada en su platillo, en perfecto reposo. Las últimas gotas de té arrastraron los finísimos fragmentos de hojas molidas, formando una especie de mapa de Grecia.
Sí, debía emprender ese viaje.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Microrrelatos



FOBIAS y FILIAS

Odiaba los tréboles de tres hojas porque siempre le daban un NO como respuesta, hasta que cayó en la cuenta de que empezaba a preguntar en el orden equivocado: “no, sí, no”. Cambió el orden: “sí, no, sí”, y desarrolló una gran afición a ellos.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Gredas del Bolnuevo

Las manos prodigiosas del constante viento
esculpen sueños en la piedra dura,
con los dedos de artista inspirado
que afina, poco a poco, su escultura.

Unas veces, cincela con sus golpes,
otras veces, modela y acaricia.
La greda se somete a sus dictados
y se deja formar por su pericia.

Y el mar allí, en la playa del Bolnuevo,
acompaña la obra conseguida
y aplaude con las palmas de las olas
el arte paciente de ese excelso artista.

En siglos incontables de tarea
logró el viento plasmar la imagen definida
de un sueño que se hace consistente
en la dorada greda detenida.

Mirando al mar azul
que lo ha soñado,
el paisaje encantado
de misterio palpita.

viernes, 21 de noviembre de 2008

El engaño de creer que los jóvenes no sufren.


Hoy repito una entrada antigua, de las primeras que hice, que tan sólo tuvo entonces un cometario.
He variado alguna frase, he modificado algún verso, pero es la misma que publiqué cuando aún no tenía seguidores de blog ni nada por el estilo.

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Ante este bello fruto de melocotón, que un día pinté al óleo, pienso en la incomprensión que sufren muchos jóvenes de nuestros días.

Conozco a jóvenes valiosísimos, con un corazón noble y generoso.
Ser joven no es una culpa.
La paradoja es que todos adoramos la juventud pero a menudo sólo vemos defectos en TODOS los jóvenes. Y no es justo, puesto que ni hay un saco único en que quepan todos, ni pasar por esa etapa de la vida es un delito.


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A LOS JÓVENES, porque también ellos necesitan una palabra de aliento.

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¿Acaso por ser joven no se sufre?
¿Acaso es insensible ante las penas
el que aún los años no ha cumplido
que le arrebaten el vigor y la belleza?

Se engañan los que juzgan que es lo mismo
ser joven que tener cabeza hueca.

Puede herir el alma siendo joven
que sólo serlo ya motive la sospecha
de que vas a ser un ente irresponsable,
de que te dará igual que arda la Tierra.
¡Que sufran otros , que otros se preocupen!
¡Tú te pones el Mundo por montera!
Eso creen que estás pensando,
y sé que te hace daño esa sospecha.


Y no es así siempre, son los jóvenes
los que hacen que florezca la nobleza
en los corazones generosos
que existen -yo doy fe- en la gente nueva.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Paco Illán: el libro y el ser humano.

Ayer, día 19 de noviembre, presento Paco Illán su novela "El rey de las Esfinges" en FNAC de Murcia. Estuvimos allí muchos incondicionales de su literatura, y digo incondicionales en doble sentido, porque a su prosa no se le pueden sacar "peros" de ninguna clase.
En la imagen aparece estrechando la mano del pintor Antonio Verdú Asís, un artista de pies a cabeza que, por cierto, ha expuesto hace poco y va a exponer pronto de nuevo.
Dos excelentes artistas y dos excelentes personas, lo cual es mucho más importante sin duda.



Firmando y sindo fotografiado. Todos lo escuchamos complacidos cuando habló, porque nos hablaba como a amigos, aunque a algunos no nos conociera.

dedicando su libro a otro escritor. Por lo que parece, allí había un nutrido grupo de autores. Ya se sabe: Dios los cría y ellos se juntan.



Por fin conocía en persona a Francisco Javier Illán Vivas. Aquí estoy con él.



¿Qué me pondrá en la dedicatoria? -me preguntaba yo. Pues les diré que me encantaron sus palabras, bien conoce lo que es el mar para mí.




Asistentes al acto. Disfrutando de la presentación.






La mesa . Editor y Director de Vegamedia flanquean al autor.





Illán Vivas lee un fragmento escogido de su libro, el EPÍLOGO, empleando la argucia de Sherezade para cautivar nuestra fidelidad a su narración. Aunque nos anunció que habremos de esperar un par de años al menos para saber en que acaban las aventuras de los Celestiales.







lunes, 10 de noviembre de 2008

La burla

Muchas veces parece -¿no es muy cierto?- que la vida
se burla despiadada.
Y parece que nos saca la lengua desdeñosa y ceñuda,
y nos escupe en el rostro , como expresando rabia.
Muchas veces parece -¿no es muy cierto?- que la luz,
la alegría, nos ha vuelto la espalda
como si fuese lámpara huidiza o postigo cerrado de ventana.
Muchas veces parece- no es mentira- que nos cae en la cabeza una cascada
de agua fría que hiela el pensamiento,
de -podría decirse- lava helada
si la lava pudiera ser de nieve
y matarnos con golpes fríos de escarcha,
como matan a veces las miradas
como siempre nos matan las palabras.
Muchas veces parece que la burla
es un látigo que azota las espaldas.

sábado, 1 de noviembre de 2008

COLTAN

Acabo de recibir un e-mail de Amnistía Internacional, se titula "El precio de tu ordenador es elevadísimo", y se argumenta en base a que las nuevas tecnologías de la información (ordenadores, teléfonos móviles) necesitan un material llamado coltan que es imprescindible en su fabricación. El 80% de las reservas de coltan en el planeta están en El Congo. La posesión de tan preciada fuente de negocio se disputa al precio sangriento de millones de vidas en una guerra interminable que desgarra al África Central y que tiene su raíz en la ambición humana y la apetencia por el coltan.
Miles y miles de criaturas son arrancadas de la escuela o del hogar para luchar, matar, violar o ser violadas o masacradas en ese conflicto interminable, sin vias aparentes de solución.
En nuestra desarrollada civilización parece que nadie puede ya prescindir del ordenador y, menos aún, del teléfono móvil. Pero yo no tenía ni idea que tuviesen tal precio humano.
Ante esta noticia, de la que también se hace eco el maravilloso novelista Alberto Vázque Figueroa en su novela titulada "Coltan", de la que tengo ya algunas referencias recientes, me pregunto angustiada qué hacer. Acaso dejar de usar el ordenador, desterrar el teléfono móvil, dejar de ver el televisor...¿qué sería moralmente aconsejable? ¿estamos matando, indirectamente, cada vez que enviamos un e-mail, como se desprende del artículo de Amnistía Internacional?
El caso es que estos instrumentos son una exigencia en nuestra labor profesional para muchos de nosotros. El caso es que nadie nos dijo nada de esto hasta ahora. El caso es que parecía del todo inocente manejar un ordenador, tener un televisor de pantalla plana, hacer o recibir una llamada de teléfono móvil..., pero no lo era, no lo es.
Es una nueva angustia, un nuevo cargo de conciencia que se suma al que todos llevamos ya a nuestras espaldas, si es que sentimos el imperativo moral de no hacer daño al prójimo.
A veces siento el deseo de aislarme de este mundo contaminado de intereses ocultos, de rastreras ambiciones que desencadenan conflictos bélicos para el provecho de fabricantes de armas y esclavizadores de almas, compradas con el dinero manchado de sangre inocente.
Les recomiendo que vean una película que se llama "El señor de la guerra", de Nicolas Cage.
El tema son las armas, pero es lo mismo. Muchos ricos necesitan que haya guerras para prospera, al fin y al cabo, viven como reyes de la venta de armamento. Otros siembran los campos de minas antipersona y mutilan a cientos de criaturas que simplemente pasaban por allí.
Ahora descubrimos lo del coltan.
Y yo no me explico como la gente tiene ganas de preocuparse de frivolidades como son las modas y hasta el fútbol -el nuevo dios, la nueva idolatría, hay incluso una Iglesia Maradoniana, no es broma- y pasa de largo por estos escándalos, tan visbles como las luces de los prostíbulos de carretera, últimamente instalados muchos en naves industriales, la industria de la indignidad, en el siglo que quiere conseguir justicia para la mujer, dignidad de ser humano...Pero nadie vemos nada, pasamos de largo...
¡Qué angustia! ¡Qué horror y qué vergüenza!