jueves, 22 de marzo de 2007

Lugares literarios

Desde el reciente centenario de la publicación del Quijote, La Mancha no es la misma, quiero decir que no es ya esa región un tanto apagada en el sentido de la fama entre las regiones de nuestro país. Yo he vivido seis años en la región manchega y les aseguro que nada hacía presagiar ese magno renacimiento que ha revitalizado el legítimo orgullo de ser manchego. Como si no lo hubiera sido desde 1605, La Mancha es más que nunca la tierra de don Quijote. El caballero andante gabalga lanza en puño, en pos del ideal que se esconde ,fugitivo siempre, tras la línea del horizonte inmenso de los llanos de Albacete o se recata en la serranía de Cuenca o se encierra en un molino del Campo de Montiel.
¿Han visto los anuncios de La Mancha por televisión? Son magníficos, la tierra de don Quijote inspira ¿Quién lo duda? Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) es más hermosa desde que se dice "el lugar de La Mancha". La ruta de don Quijote, la senda turística más larga de España, es una maravilla que llena de vida lugares que antes se pasaban sin que se advirtiera su belleza y su sabor.
¿Y qué me dicen de Teruel? Esa provincia que se reivindicaba a sí misma bajo el lema "Teruel también existe". Ahora es la Ciudad de los Amantes y ellos, Isabel Segura y Diego Marsilla, la elevan de rango y la convierten en Ciudad Literaria ¿Hay mayor gloria para una ciudad? Y aunque la haya ¿hay mayor poesía?

lunes, 19 de marzo de 2007

La curación por los libros

Una de las libreras que se está instalando en Urueña sostiene que los libros curan. Debo decir que eso es exactamente lo mismo que yo he mantenido siempre y que oírlo en otra persona me ha supuesto una gran satisfacción y una reafirmación en mi teoría.
Yo no sé, naturalmente, si un libro tiene tanto poder como para liberarnos de ciertas afecciones del cuerpo, pero sí aseguro que lo tiene para aliviar y morigerar las del espíritu. No olvidemos que las modernas teorías holísticas llegan a una conclusión tan sensata - y antigua si se quiere, aunque olvidada en los tiempos ultramodernos- como es reconocer que el ser humano está compuesto de cuerpo y espíritu y que ambos componentes se amalgaman de forma que cada uno puede influir notablemente en el otro.
Así las cosas, si gracias a un libro el espíritu logra serenarse, descubrir una verdad, e incluso descubrir su propia verda, enderezar su rumbo, distraerse de un a preocupación aliviando así su tensión nerviosa, hallar un parangón en quien reflejar su caso, consolar su insoportable soledad, leer una frase que, de repente, le dé la clave buscada...si alguno de estas posibles efectos se derivan de la lectura de un libro, debremos admitir, es más, deberemos proclamar a boca llena, que el libro es un objeto que contiene en sus páginas una medicina para el espíritu de la cual, antes o después, terminará beneficiándose también la salud del cuerpo.
Es cierto: el libro posee un poder curativo. Permítanme, pues, que remedando los anuncios de medicamentos, les diga UN LIBRO SIRVE PARA SANAR: CONSULTE CON SU LIBRERO.