Una de las libreras que se está instalando en Urueña sostiene que los libros curan. Debo decir que eso es exactamente lo mismo que yo he mantenido siempre y que oírlo en otra persona me ha supuesto una gran satisfacción y una reafirmación en mi teoría.
Yo no sé, naturalmente, si un libro tiene tanto poder como para liberarnos de ciertas afecciones del cuerpo, pero sí aseguro que lo tiene para aliviar y morigerar las del espíritu. No olvidemos que las modernas teorías holísticas llegan a una conclusión tan sensata - y antigua si se quiere, aunque olvidada en los tiempos ultramodernos- como es reconocer que el ser humano está compuesto de cuerpo y espíritu y que ambos componentes se amalgaman de forma que cada uno puede influir notablemente en el otro.
Así las cosas, si gracias a un libro el espíritu logra serenarse, descubrir una verdad, e incluso descubrir su propia verda, enderezar su rumbo, distraerse de un a preocupación aliviando así su tensión nerviosa, hallar un parangón en quien reflejar su caso, consolar su insoportable soledad, leer una frase que, de repente, le dé la clave buscada...si alguno de estas posibles efectos se derivan de la lectura de un libro, debremos admitir, es más, deberemos proclamar a boca llena, que el libro es un objeto que contiene en sus páginas una medicina para el espíritu de la cual, antes o después, terminará beneficiándose también la salud del cuerpo.
Es cierto: el libro posee un poder curativo. Permítanme, pues, que remedando los anuncios de medicamentos, les diga UN LIBRO SIRVE PARA SANAR: CONSULTE CON SU LIBRERO.
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