El sol se oculta tras la línea que siluetea los montes que se bañan en el mar. Los barcos fondeados en La Azohía se diluirán prontamente en las sombras nocturnas, convirtiéndose en evanescentes corporeidades flotantes. Pero antes de que eso ocurra, el sol les hace el fugaz regalo de su brillo de oro viejo y los convierte en naves de misterio. Y el mar, violeta y oro en movimiento sinuoso de ondas imperceptibles, canta una antiquísima canción que ya acunó a otros barcos en la antigüedad y a otros seres humanos que supieron contemplar el efímero prodigio de cada tarde.
3 comentarios:
Precioso el texto y preciosa la foto, ya queda menos para que llegue el buen tiempo y podamos pasear por ese magnifico reducto de paz y tranquilidad como es La Azohía.
Me encantan los paisajes a media luz y de noche. Una preciosidad.
Esa tarde la paz de La Azohía se respiraba, se dejaba oír, solamente, el eco desmayado de las olas en la cala de la punta, solitaria, como en el primer día de la Creación. Es en esos momentos cuando respiramos hondo y sentimos, de repente, que todo tiene sentido. Es un atisbo de esa ciencia infusa que consistía en comprenderlo todo y que recuperamos por unos instantes en virtud de la belleza contemplada.
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