Ir por el mundo con el corazón en la mano, es terriblemente arriesgado. Se expone uno a que la intemperie se lo hiele, si hace frío, se lo queme, si hace calor.
En cualquier caso, es mucho más recomendable llevar el corazón bien protegido por una coraza de acero o de hierro, cubrirlo con una cota de mallas o con un chaleco antibalas. Porque las flechas silban prestas a clavarse en la tierna carne del corazón expuesto, las piedras están ya en las hondas de los honderos y las balas en el cañón de las armas de fuego.
Es temerario andar por ahí con el corazón en la mano, por si alguno necesita echar mano de él. Cada palo debe aguantar su vela. Esto es una regata. Gana el que no se para a auxiliar al barco que ha volcado.
¿Será mejor llevar la mano cerrada, bien apretado el puño? Entonces, el corazón ya no podría respirar (es demasiado asfixiante el espacio dentro de un puño cerrado) y se agostaría como una flor desescada.
Es muy peligroso ir por ahí, con el corazón en la mano. Lo malo es que hay gente que no ha podido aprender a guardarse el corazón en el puño o en el bolsillo.
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