¿Qué queda al hombre fustigado de hoy en día,
o a la mujer que lucha y que trabaja?
¿Qué queda si vacío de simple humanidad
un mundo en competencia
los hostiga, apresura y hasta aplasta?
Queda quedarse solo,
queda el aislarse y echar en el olvido la hojarasca
y adentrarse
en el hondo refugio solo y propio,
en el hogar inexpugnable que es el alma.
Está sombrío el mundo,
es implacable,
la exigencia es feroz, es inhumana.
Tú no sirves, no vales,
ya ha pasado tu hora, tu eficacia.
Pero queda el refugio de esa horas,
el abrigo de estar a salvo en casa
(en la casa interior del pensamiento)
en medio de la amarga
y hostil masa.
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