martes, 20 de mayo de 2008

Maternidad en piedra

He aquí una pequeña escultura de mi autoría. Sin embargo, no es mío el mérito sino de la Madre Naturaleza.
Me gustan las piedras, sus formas, sus colores. Si encuentro una con una conformación sugerente, no paso de largo. Algunas veces quienes me acompañan se extrañan de que de repente me incline para tomar en mis manos una piedra de entre las muchas que hay en las orillas de ciertas playas, poe ejemplo, y la mire como quien ha hallado un tesoro. Los demás quizás no ven nada en ese trozo de mineral, pero yo sí veo el alma que lleva dentro. Inmediatamente aparece ante mí, con toda claridad el contorno de un cuerpo, la faz risueña o doliente, el enimal agazapado o simplemente la belleza del sinuoso diseño que me llena de admiración .
Es una pasión más que tengo, esta de las piedras. He reunido una gran cantidad de ellas, todas preciosas, de varios tamaños, algunas de ellas bastante grandes. Unas veces las decoro, les imprimo la visión que de ellas tuve al encontrarlas, para que todos puedan verla también. Me agrada compartir mi entusiasmo por las preciosas piedras y además disfruto coloreando sus recovecos, convirtiéndolas en joyas, puesto que para mí lo son verdaderamente. Otras veces quedo tan radicalmente seducida por su primitiva hermosura que no me atrevo sino a depositarlas respetuosamente junto a las otras de mi colección.
Colecciono piedras en forma de corazón. Las encuentro con bastante frecuencia. Tengo verdaderas maravillas de perfecto contorno, de muy diferente calibre y tono.
Esta que hoy traigo en imagen es una de mis preferidas. Cuando la vi, en una playa cuyo nombre guardaré en secreto, distinguí con toda nitídez la figura de la amorosa madre que sostiene a su hijo en los brazos. Me bastaron unos reflejos de color para destacar los rostros, los pliegues de las vestiduras. Lo demás, lo primero, lo magnífico, me lo regaló el mar que esculpió los suaves contornos, para regalarme su belleza que hoy comparto con quienes participen de mi afición a las piedras, de mar, de montaña, de río.

4 comentarios:

Antonio Verdú Asís dijo...

Hola Rosa, eres sorprendente. Realmente la forma de la piedra es sugerente. Yo veo el abrazo de la madre y su criatura. Aunque te la haya proporcionado el mar, la ilusión y el alma que vemos es la tuya.
Que pases un buen día.

Rosa Cáceres dijo...

Las personas somos así. En lo más íntimo del alma- si uno deja que se exprese- llevamos impreso el deseo de unión con la naturaleza. Es un verdadero gozo descubrir sus maravillas. Yo lo experimento ante una piedra que me habla o ante una ramita desprendida de un árbol que interroga o aguarda un intérprete de su belleza.
Gracias siempre por tus palabras, Antonio.

François de Fronsac dijo...

¡Esto sí que es una agradable sorpresa! Veo que eres capaz de plasmar, de reflejar tu actividad creadora sobre cualquier superficie. Te envidio, con envidia de la buena, pero envidio que seas capaz de crear arte de una piedra.

Rosa Cáceres dijo...

Tomaré tu supuesta envidia como un cumplido amable y hasta condescendiente. Tú sabes muy bien que a los que estamos signados por el temperamento artístico nos inspira hasta el cubo de la basura, recuerda si no el magnífico soneto titulado "Cántico dolorosa al cubo de la basura", de Rafael Morales, así es que la belleza de una piedra pulida por las olas del mar no nos puede dejar indiferentes. Tú, que eres poeta hasta los tuétanos, me comprendes.