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jueves, 12 de marzo de 2009

DIARIO DE UNA PROFESORA EXPERIMENTADA. El cuento de La lechera, visto con otra perspectiva más justa

Aquí os presento otro cómic mío sobre un conocidísimo cuento que pasó a ser fábula, La Fábula de la lechera

Desde la Edad Media, en el siglo XIV, cuando escribió don Juan Manuel su cuento de Doña Truhana, está esta pobre mujer sirviendo de ejemplo de cabeza hueca.


¡Pobrecilla! Hoy alguien ( yo, señores y señoras) va a romper una lanza por esta hacendosa soñadora contando el cuento como debió ser.

Sí, sí, como debió ser. Porque es que, señores, no hay derecho...todos los fabulistas riéndose de ella, que era una pionera de la economía y el progreso, como se ha demostrado hoy en día.

La Fontaine, ese fabulista francés del siglo XVII, empezó por cambierle a la pobrecilla lo que llevaba en el cántaro, que era MIEL, como todos ustedes saben, por LECHE, total para darse el pegote de inventar la Fábula de La Lechera, que estos gabachos siempre quieren ser los más de los más, la grandeur, ya saben...

Luego vino nuestro Samaniego, en el siglo XVIII, pero también quiso que fuera leche lo que la buena doña Truhana llevaba al mercado, y tampoco le hizo justicia.

Pero aquí estoy yo, para desfacer entuertos, como diría Don QUIJOTE, cuyo buen ejemplo nos guíe a la hora de perseguir la justicia, aunque mi consejo es que usemos otros métodos para alcanzarla.


Y ahora, señores y señoras, tengo el gusto de contarles

EL CUENTO DE DOÑA TRUHANA
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Había una vez una buena mujer que se llamaba doña Truhana (vaya nombrecico, sea dicho de paso), era hacendosa, trabajadora, industriosa...vamos, que sacaba ella solica la casa adelante.

Como cada día de mercado, marchaba a vender la miel que ella recogía (era apicultora también ¿no les decía yo que era una joya?) para sacarse unos cuantos maravedíes.

Como era mujer, lo cual quiere decir que su cabeza baraja mil pensamientos al tiempo que hace otra cosa cualquiera, iba pensando en la forma de acrecentar su pobre caudal, en beneficio, claro, de sus hijos e hijas, pues su prole era numerosa.

Del marido no habla el cuento. No sabemos nada de él.

El caso es que ella valía, e inventó un sistema de mejora en escala:Compraría unos huevos, de los huevos saldrían pollos.

Vendería los pollos y compraría una oveja

La vendería y compraría una cerda preñada, para engordarla con desperdicios. Y esperaría a que nacieran los lechones.

Cambiaría la cerda y los lechones por una vaca que le daría leche y algún ternero.

Una vez rica, casaría a sus hijos e hijas con buenos partidos, e iría por la calle , muy orgullosa, acompañada de sus hijos e hijas, nueras y yernos.

Y tal fue su regiocijo, al imaginar esta halagüeña perspectiva, que comenzó a bailar y a reír,

sin querer se dio un golpe en la frente y el cántaró cayó al suelo, rompiéndose y echando por tierra, no solamente la miel, sino también todas sus esperanzas.

Ya, ya sé que fue un poco atolondrada, algún defectillo tenía que tener la buena mujer, la perfección absoluta es casi imposible, a ver, que levante la mano el que sea perfecto en todo.

¿Lo ven? No ha levantado la mano nadie.

Pero , si somos justos, le concederemos que INVENTÓ eso que tan buenos resultados está dando en el tercer mundo a muchas mujeres que se benefician de los MICROCRÉDITOS.

Mohamed Yunus, el Banquero de los Pobres, ha creído en las mujeres y en su innata capacidad para la economía familiar.

AHORA pensemos : si no se le hubiera caído el cántaro, hubiera llegado a ser mucho más rica de lo que era. Y el cuento hubiese sido más provechoso que el que todos conocemos.