Son palabras de una de mis narraciones. Y es que algunas veces se percibe así a quiénes nos rodean.
Garamonda ha nacido en la época que hemos dado en llamar Edad Media.
Es una mujer fea, muy fea. Su rostro está marcado por un angioma de nacimiento que le confiere un aspecto casi monstruoso.
La gente, esa masa sin alma de seres crueles, atribuye su mancha púrpura en la cara a los mil beso que le ha dado el Diablo. La maldicen, la temen, la odian.
El sufrimiento es el único compañero de Garamonda, confinada en la espesura del bosque para huír de las miradas de todos.
Lo que allí le ocurre confirma que la gente, considerada como masa, no tiene alma o, si acaso la tiene, resulta ser tan horrible como su crueldad.
(De "TIC-TAC poesías y relatos contra el tiempo", Antología, Ediciones Atlantis , Madris 2007)
4 comentarios:
Tienes mucha razón Rosa, a veces somos crueles con los demás, pero en definitiva, y no nos damos cuenta, con quienes somos más crueles es con nosotros mismos. Un afectuoso saludo.
Muy acertada tu observación. Una de las mayores muestras de sabiduría vital es aprender a convivir con el propio yo sin colmarlo de ataques que no son -estoy segura de ello- más que el reflejo de los ataques que vienen de los demás.
Hola Rosa, gracias por tus comentarios en mi blog, es precioso lo que has escrito de la Torre de la Catedral y por supuesto si consigo sacar lo que tengo entre manos, que no es facil, me gustaría contar tambien con este escrito.
Un abrazo.
desde luego, Álvaro, puedes contar con mis textos con toda confianza. Si te sale bien el proyecto, tendré mucho gusto en perfilar los que te interesen para que sean un poco mejores, que tú te lo mereces.
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