La media naranja dorada de la cúpula de la catedral aparece como un sol edificado sobre el blanco de cal resplandeciente de los edificios la ciudad. En la escollera del paseo, a salvo de paseantes y de canes, los gatos contemplan perezosamente ese medio sol que es la cúpula y lo confunden con el que aún, a esa hora dulce de la tarde, les está calentando el lomo con su caricia suave. Ignoran que el verdadero sol, el astro madrugador, se está escondiendo ya, vistiéndose de casi invisibles tules du bubes de color plata y violeta.
El océano ronronea en un ritmo calmado y añade su nota sonora a la placentera pereza de esos gatos, bohemios y filósofos, que han atrapado el secreto del dolce far niente.
Se está bien en Cádiz, en las tardes en que no sopla la galerna ni el océano brama, sino que la brisa pasa sus delicados dedos por nuestra piel y la música de las olas interpreta una rítmica armonía que nos pone en paz con la vida.
Se está bien en Cádiz, se está muy bien. Como esos gatos, llenos de la sabiduría del carpe diem, que aprovechan cada migaja de felicidad que proporciona la existencia.
Gatos filósofos de Cádiz, gatos enigmáticos en su mirada que otea el enigma de la ciudad antigua y la saben gozar en toda su belleza de raigambre fenicia.
Cádiz, la de las torres que avizoran la llegada de los barcos, Cádiz, la Tacita de Plata, hermosa y placentera.
¡Se está bien en Cádiz, en tardes como esta!
No hay comentarios:
Publicar un comentario