martes, 24 de marzo de 2009

Piedras, piedras, piedras...preciosas piedras del mar

Cuando la hallé, entre tantas otras piedras que el mar lavaba incansablemente a golpe de ola y de espuma, supe distinguir inmediatamente la silueta de la madre que sostiene amorosamente a su hijo.

Tan sólo necesité unos breves toques de esmalte para realzar ante los ojos de los demás lo que yo veía tan claramente.

Se trata de una piedra pesada, muy pesada, quizás sea por su componente mineral. Es una piedra maciza, densa, de gran dureza, imposible romperla aunque uno la golpee fuertemente o la arroje contra otras piedras. Yo suelo hacerlo, porque me encanta el sonido metálico que algunas de estas "joyas minerales" hacen al chocar con otras.

El color natural de mi "escultura encontrada junto al mar" es negro, un negro brillante, profundo como el mar que rompe impetuoso contra el talud pedregoso que desciende hacia él en esa zona de la costa mazarronera.

Es difícil caminar por esta acumulación de mineral, en ese recodo de costa negro, de aguas limpísimas, sin arena que pueda removerse con las mareas.

¡Es mi playa de los tesoros!


En este caso, la piedra tenía un tacto casi de seda mineral, si tal conjunción fuese posible.

La playa del Gachero se llama así por la gran acumulación de gacha de las minas, sobre el monte cercano, junto al faro, hoy en día abandonadas.

Al mar se vertía todo aquel sobrante de piedras, muchas de ellas, con restos de metal incrustado.

La humedad marina llena de óxido sus recovecos de mineral y pule y redondea con perfección otras.

Piedra hallada junto al mar, profundo en esa zona, quise yo conservar en esta pieza la reminiscencia misteriosa y bella, de la noche de luna llena, rielando sobre el agua y trazando una senda de plata y diamantes movibles en su superficie.


Es el cielo de noche clara, poblado de bellos luceros el que a su vez puebla esta extraña gacha, que reposa sobre sus hermanas negras sin pintar.

Detrás, una gran laja de piedra de O Cebreiro, en Galicia.

Y todo ello en mi patio de la playa. Sol, paz y brisa.


Reminiscencias de seda Hindú en esta piedra amarilla.

Y sobre el tono dorado natural de la piedra, el rojo, el rosa, el morado, de las flores y el esplendente verde de las hojas.



Se amontonan las piedras y se dejan besar por el sol amable y mediterráneo.

La redonda bola gris, renuncia a rodar y se acomoda junto a sus compañeras,

y junto a las caracolas marinas, a las que corteja la planta silvestre.

Yo tomo una piedra de limados contornos y la decoro de fantasía azul y verde.

Ya tengo pisapapel para asegurarme de que mis muchos papeles sueltos no van a emprender el huidizo vuelo.


El cañamazo de la novela que llevo entre manos ahora está esbozado en una libreta de las de toda la vida.

Sí, este es mi mundo personal. Un mundo que compartiré en un futuro con los lectores que se acerquen a mis novelas.





12 comentarios:

Carmen Conde Sedemiuqse dijo...

Es bello lo que haces, a mi tambien me trasmiten mucho las piedras.
besitos y amor
je

Dilaida dijo...

¡Qué piedras más bellas!
Un bico

eligelavida dijo...

Me gustan todas, pero la primera es maravillosa, una auténtica representación de la maternidad.

Antonio Verdú Asís dijo...

Rosa son bellísimas joyas, nada tienen que envidiar a los diamantes estas piedras tuyas.

Amig@mi@ dijo...

Sigo pensando que somos tan iguales...
Me encantan tus "cositas", y me encanta que nos las cuentes...
En algo difiero contigo , jeje
a mi me gusta escribir en cuadrícula, como los niños chicos
jajajajaja
Besos

Rosa Cáceres dijo...

sedemiuqse, creo que a todas las personas sensibles le trasmiten algo las diversas cosas de la naturaleza: piedra, flor, musgo y madera, ramita encontrada, piña caída de un pino...Lo natural es bello, es la suprema artesanía del mundo.
Besitos a ti también.

Rosa Cáceres dijo...

Dilaida: te he hecho un comentario en tu blog de arte, pero no sé si ha entrado.
Me encantaría responderte en gallego, porque lo comprendo perfectamente (soy Licenciada en Románicas) pero tendría que pensarlo demasiado y siempre escribo "a vuelapluma". Rindo homenaje a tu lengua usándola en mi novela "La delicada piel del alma", que transcurre a medias entre Galicia y Alicante.

Rosa Cáceres dijo...

eligelavida, también la primera es mi preferida. No sabes lo que fue para mí ver la piedra y ver en ella la imagen de la ternura maternal. Será porque soy madre.

Rosa Cáceres dijo...

Antonio ¿de veras te gustan? Me alegra mucho leer tus comentarios, porque sé muy bien que provienen de un artista en todo el sentido de la palabra.
Lo mío son los balbuceos estéticos de quien aprecia la plasticidad de los volumenes y los colores.

Rosa Cáceres dijo...

Amig@mi@, yo escribo mejor en cuadernos de espiral tamaño cuartilla, pero un compañero me regaló un montón de esa libretas que él tenía y las aprovecho para borradores de esquemas argumentales.
A mí me encanta contaros estas pequeñeces, porque creo que son pequeñas dosis de humilde alegría, un sentimiento que me gustaría regalar a todos, ya que no ignoro que regalarla es lo que hace posible experimentarla en el propio corazón.
ES aquello de "la monedita del alma/ se pierde si no se da".

tejedora dijo...

Me gusta que nos acerques a tu mundo lleno de sencillez, igual que tu gusto por las piedras; todas preciosas.
Llevas razón en cuanto a la piedra a la que te hice referencia que tiene forma de rosa.
Mi letra es muy parecida a la tuya.

Muchos besos en encantada de nuevo en pasarme por aquí.

Rosa Cáceres dijo...

tejedora, me complace mucho tu visita. Ya ves, tengo gustos sencillos y ojalá jamás disminuya mi asombro por la belleza que el paisaje nos regala.