domingo, 11 de octubre de 2009

"De donde crece la palma"....Os invito a un ron de caña.

Hoy quisiera ofreceros unas pequeñas muestras- sorbos de ron de caña- de esta novela caribeña que me divirtió muchísimo escribir.

Está publicada en la Editorial Tres Fronteras, en un mismo volumen con "Sixto con rumor de olas rompientes".


No va ilustrada, pero yo siempre ilustro los manuscritos, me encanta imaginar escenas. Por eso os pongo esta página aquí.


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La madre de Habanita Rocío se llamaba María del Cobre. Y era blanca como una paloma blanca.
El padre de Habanita Rocío era moreno como un grano de café a medio tostar.
De tal padre y tal madre nació ella, que tenía el tono de piel dulce y cálido de la miel y el sol, por poner una comparación. Muchas otras podrían ponerse, de hecho, sus admiradores solían piropearla a base de metáforas variadas sobre la tonalidad de su sedosa epidermis.
Hay una leyenda que explica el origen de las razas humanas.
La leyenda cuenta que cuando el buen Dios quiso crear a los seres humanos, decidió hacerlos de pan. Amasó la harina y formó las figuritas de hombre y mujer. Luego las metió al horno celestial. Pero se distrajo mirando las nubes y las pequeñas figuras de masa se le quemaron. Ese fue el origen de la raza negra.
Volvió el Creador a amasar figuritas de hombrecitos y de mujercitas de harina y aceite y las volvió a meter en el horno del Cielo.
Pero, estaba tan preocupado por si se le quemaban de nuevo que los sacó antes de tiempo. Estaban todavía crudos y no habían tomado color. Ese fue el origen de la raza blanca.
A la tercera ocasión, ya tenía perfectamente calculado el tiempo que hacía falta para que la masa se horneara con total perfección. Así es que todo salió muy bien esta vez.
Las figuras humanas de pan tenían al salir del horno el color ideal. Tostado, apetitoso y en su punto. Ese fue el origen de las personas de color bronceado.
El tono de la piel de Habanita Rocío, como diría alguno de sus adoradores, era el de la canela aromática, el de la leche a la que se añade un chorrito de buen café, reconfortante y caliente. Era el color del ron que se trasparenta a través del cristal del vaso limpio.
El color de la piel de Habanita Rocío era el tono más perfecto que pueda tener la tez de una mujer.
Como si el mejor maquillador del mundo le hubiese prodigado los cuidados de su arte.





El blanco –Piedechinche, creo recordar que se hacía llamar- , había probado todo el género femenino que estaba disponible en La Habana de su juventud. Una juventud disoluta y dada a toda clase de excesos –vuelvo a decirlo-. Estaba aburrido de las mujeres normales. Buscaba, como suele decirse, un ejemplar raro.
Entonces alguien le habló de una negra joven y de apretadas carnes que vivía cerca del mar y que por las noches celebraba sesiones de vudú en la arena bañada por las olas cuando había luna llena en el cielo.
Parece ser que conocía todo tipo de bilongos, que, por si alguno no lo sabe, he de decir que son canciones de hechizo, que mezclan el idioma español con el bantú africano.
La gente que la conocía decía muchas cosas de ella.
Decían que la hermosa negra Matacumbé no era una santera más, como las que abundaban por aquellos pagos, sino que ella era una auténtica Mambo, una sacerdotisa del vudú traído de África por sus antepasados y llegado a Cuba desde Haití.
Decían que ella invocaba a los orishás, pero más aún a los loas por medio de la danza vertiginosa o candomblé al son de la macumba y que los espíritus malignos acudían a su llamada, que ella caía en trance cuando la poseían.
Decían que degollaba gallos, cortándoles el cuello con un gran cuchillo, mientras recitaba sus conjuros a los viejos dioses africanos de sus antepasados, que con la sangre de los animales preparaba pócimas, que sabía hacer afocheché (maleficios).
Decían que era una mujer extrañísima y muy cruel. Que se rumoreaba que había convertido en zombis a más de cuatro hombres. Que estos muertos vivientes la seguían fielmente y ejecutaban todas sus órdenes.
Decían que los zombis tocaban para ella los batá, los tambores sagrados de la santería: el okónkolo, que es el más pequeño, el itótele, que es el mediano, y el iyá, que es el más grande y el que más pavor provoca. Que así llamaban a los muertos, los Egún.
Todas estas cosas y aun algunas más terribles se decían de la negra que vivía en la playa solitaria en una cabaña a la que nadie había entrado jamás.
(... )
El blanco se sintió picado en su curiosidad. Una noche de luna llena, una luna que rielaba, enorme y plateada, sobre las aguas del mar, se unió al círculo que rodeaba a la hechicera negra.
Justo en el momento de cortarle el cuello a un gallo con espolones que se debatía inútilmente por escapar de la mano de hierro que lo tenía agarrado, ellos dos se miraron.
Eran muy distintos. Opuestos. Él era blanco, elegante, rico. Ella era negra, pobre y vestida con harapos.
Pero por dentro eran iguales. Crueles, supersticiosos, vengativos y soberbios. También eran prepotentes y dados a imponer su voluntad a los demás usando toda clase de medios, lícitos o ilícitos.
Se adivinaron por dentro. Se reconocieron como perros de la misma camada, la camada de Satanás.
La negra se llamaba, o se hacía llamar, Matacumbé. Y sobre ella ya he dicho todo lo que sé. Y tampoco querría saber más.
Entre los dos se desató una pasión como no se había conocido en La Habana. Y eso que La Habana es tierra de calientes pasiones.
Cuentan que el blanco se acercó a ella, entrando en medio del corro de fieles que la rodeaba. Caminaba hacia ella como hipnotizado, sin dejar de mirarla a los ojos.
Cuentan que ella corto de un tajo el cuello del gallo y que se llenó las manos de sangre caliente. Que con la sangre se untó los pechos que había dejado al aire, arrancándose el vestido caído hasta la cintura, sin reparar en romperlo. Luego, se quitó las enaguas y se quedó tal como su endiablada madre la trajo al mundo.
Era una negra de cuerpo soberbio. Como de ébano abrillantado con betún.




11 comentarios:

Arantza G. dijo...

Muy rico...
Tiene buena pinta.
Un beso gordote

ROSA dijo...

Que buena pinta mi querida amiga

precioso post

Un besito Rosa

Rosa Cáceres dijo...

Arantza, estas son de las primeras novelas que escribí. En concreto con la de Habanita Rocío me lo pasé muy bien. Hice una apuesta conmigo misma respecto a una frase que contiene, y la gané.

Rosa Cáceres dijo...

ROSA. he escogido dos fragmentos, a lo mejor había otros más bonitos, pero es que la negra Matacumbé fue un personaje maligno que me encantó crear.

Cabopá dijo...

El vudú,la brujería y otras faenas no me gustan nada,hasta me dan un poco de miedo.....
Pero Rosa tu riqueza en el lenguaje,la cantidad de conocimientos y tu buena narrativa hacen que esto merezca la pena....
Besicos.

Cathy Brown dijo...

No me podes hacer esto!!!!!!!quiero masssssssssssssssssssssss,esto es cruel son tan buenas tus novelas que un dia me voy a morir...¿porque?ya te dije empiezo a leer y me olvido de respirar......felicidades!!!!!!!Besos

Cathy Brown dijo...

Rosita,no me llego nada..intentalo de nuevo por favor porque me mando un libro un profesor de tus pagos y si me llego,espero el tuyo con mucha ansiedad!!!!!gracias!!!!!

Rosa Cáceres dijo...

cabopá, entonces...porque el vudú y la santería están en esa novela, que con razón no me has dicho si te ha gustado jajaja con lo que yo me reí a costa del Dueño del Despecho, y en mi cuento de la antología TIC-TAC "Memorias de lo imaginado".
A mí los temas de misterio y ultratumba me encantan. En "La delicada..." aparecen hasta demonios.
Bueno, no soy de las novelistas que se repiten, si no tegusta eso, tengo otros temas.

Rosa Cáceres dijo...

Cathy, eres una exageráaaaaaaaa...
Métete en internet, busca el emboscado en ECU y podrás leer 44 páginas de una tirada, a ver si te gustan.
Además me informa el Ministerio de Cultura que van a digitalizar el Sixto y De donde crece la palma, para que se puedan leer casi completas en Google.

Montserrat Llagostera Vilaró dijo...

¡AY ROSA!
QUE EL VUDÚ ME DA YUYÚ.
NO TE ENFADES ES BROMA.
QUIZA UN DÍA DE PIDA ESTA NOVELA.
UN POCO MAS ADELANTE.
BESOS.MONTSERRAT

Rosa Cáceres dijo...

Montserrat esta novela no la tengo yo, es del Ministerio de Cultura, Editorial Tres Fronteras, aunque quisiera no la tengo yo jajajaja
No me enfado por eso, ya sé que estos temas dan yuyu, pero es una novela que me divirtió mucho, eso sólo es un pasaje, casi todo es de boleros cubanos y cosas así jejeje