Hadas. Dedicado a CATHY.

Algunas veces me gustaría
(de veras me encantaría)
que existieran las hadas,
es más,
quisiera en esos momentos
ser yo misma un hada,
una de esas hadas madrinas
de los cuentos de hadas madrinas,
con mi varita mágica,
con mi nube de algodón cuajada
de estrellitas de plata...
¡Ah, sí!
Si yo fuera un hada,
convertiría en príncipe a un sapo,
o puede que convirtiera en un sapo
a alguno que se cree un príncipe...
Pensándolo bien, en un sapo no:
en una babosa,
para que se arrastrara,
dejando un rastro delator de brillo,
como el que dejan los caracoles.
¡Eso haría!
Y a la Cenicienta,
que no tiene saldalias,
ni vestido apropiado,
que ni siquiera tiene ganas de ir a la fiesta,
le regalaría por arte de magia,
una carroza con caballos voladores,
un vestido de tisú de plata,
una corona de rayos de sol
y unos zapatos de tacón
que bailarían solos
llevándola a ella en volandas...
¡Ah, si yo fuera un hada!