domingo, 6 de febrero de 2011

Como niños



Como niños

Está la chiquillería alborotada porque es fiesta. Los pequeñuelos y tienen todo el día para jugar. El filósofo humilde se contagia de esa alegría y se deleita en la algaraza que forman en el parque.
Se ha sentado en un banco al sol y sonríe al mirar lo bien que lo están pasando las criaturas con sus juegos. Se acuerda de cuando él era niño y de la alegría que experimentaba los días de asueto. También se acuerda de la letrilla de Góngora –“Hermana Mariica, mañana que es fiesta/ no irás tú a la amiga/ ni yo iré a la escuela…”- y su sonrisa se vuelve igual de tierna, pero además un tanto melancólica.
Son irrepetibles los días de nuestra infancia.
El filósofo sabe que la infancia es la verdadera patria espiritual de cada uno, y que quien pierde su infancia, pierde también su patria de dentro y es como si hubiese sido expulsado del Paraíso Terrenal. Así de amargo es perder lo que hay en de niños en nosotros, aunque no nos demos cuenta. Pero el filósofo humilde ha meditado mucho sobre esta verdad de vida y sí que sabe lo nefasto que resulta perder la niñez espiritual.
El filósofo humilde ha constatado que sólo los niños tienen auténtica capacidad de asombro ante las cosas, porque todas las cosas son nuevas para ellos.
Perder la capacidad de asombrarse es cosa desaconsejable, si se quiere ser feliz.
Nada hay tan triste como ser un cínico y estar de vuelta de todo, porque eso significa que ya nunca más se gozará de la fiesta y de la sorpresa. La sorpresa forzosamente ha de ser algo nuevo, inesperado. Y el que viene de vuelta ya no se sorprende de lo que ya anduvo cuando iba de ida.
Además la capacidad de sorpresa ante las pequeñas maravillas de cada día únicamente es patrimonio del alma humilde, que no afecta conocer maravillas mayores, de esa que sólo contemplan los elegidos por la fortuna, y eso de vez en cuando nada más.
El filósofo humilde se acuerda del cuento de “El traje nuevo del Emperador” -que viene en el Libro del Conde Lucanor- y se ríe sin malicia pensando en la cantidad de fatuos que andan por ahí en cueros pensando que van vestidos fastuosamente y que son los más listos y los más capaces.
El filósofo humilde tiene la certeza de que hay que hacerse como un niño para entrar en el reino de la alegría y de la paz. Por eso su principal tarea es cuidar al niño que es, allá en las profundidades de su corazón, porque ese niño es el que hace que le aflore a los labios una sonrisa sana y generosa ante la alegría de los demás, ante la algarabía que estos chiquillos.


Rosa Cáceres

31 comentarios:

Begoña de Urrutia dijo...

¡¡¡Me ha encantado!!!. Una loa a la sinceridad e ingenuidad de los niños. A la verdad de sus vidas. A su autenticidad. Realmente lo que somos es el desarrollo de nuestra niñez, que se convierte en el pasado en el que nos apoyamos para nuestra propia identidad. Ser niño es ser personas sin dobleces, sencillos , pero no tontos ni ingenuos. Es saber confiar pero en quién merece nuestra confianza
Un abrazo fuerte

María Bote dijo...

Excelente relato, amiga Rosa, en todo, en fondo y forma y con el que, además, estoy al cien por cien de acuerdo.
Debemos conservar algo del niño que fuimos hasta el fin. Es la capacidad, como tu bien dices, de sorprendernos, del gusto por aprender cosas nuevas, de generosidad, de inocencia...

NO MATÉIS A LA NIÑA QUE LLEVO DENTRO.
QUIERO QUE ESTÉ CONMIGO HASTA EL ÚLTIMO DÍA...
son dos versos de un poema mío donde hablo de lo mismo que hablas tú en tu bella y certera narración.
Feliz domingo. Besos. María.

Yulia dijo...

Aunque hoy en día algunos niños quieran simular a los adultos y pierdan esa inocencia que les hace tan especial, por culpa de una sociedad ipocrita que quieren que sean lo mejor posibles y saber de todo, a cierta edad que deberian estar jugando a juegos de niños y vestir como niños, todabia podemos deleitarnos con otros niños que cren en cuento de hadas y en sus fantasias, no deberiamos quitarles la niñez ,pues hay tiempo para todo, por eso hay muchos niños que de adultos quieren recuperarla y se estrellan .Respetemos esa inocencia de los niños pues en ella esta su sabiduria.

Cayetano dijo...

La infancia: ese paraíso perdido al que volvemos de adultos una y otra vez, buceando en el pasado (y no es propaganda de "buceadores"), buscando alguna canica entre la arena o algún juego olvidado... aquello que fuimos y que nos marcó el camino posterior.
Estoy pensando en esos niños a los que algunos adultos les robaron su infancia. Niños explotados. Niños soldados. Niños vendidos. Niños violados. No creo que haya nada más terrible en el mundo.
Un saludo.

emejota dijo...

Así es, en realidad nunca dejamos de serlo pero los jueguecitos son diferentes. Hay personas que les gusta jugar siempre al mismo y otras que les gusta variar de jueguecillo, seguramente muy parecido a la diversidad de las especies. Un fuerte abrazo y felices fiestas tenga Orihuela y su gente.

Amig@mi@ dijo...

No hay peor trauma para un adulto, que perder la ingenuidad de la niñez.
La filosofía y la vida nos lo dicen
Un abrazo de bello domingo

Cayetano dijo...

Eso sí: como el niño se suelte de la cuerda, se va pegar un porrazo de campeonato. Jejeje.
Un saludo.

Rosa Cáceres dijo...

Begoña, muchas gracias. Siempre he creido que nuestra verdadera patria es la infancia. Es estar en un paraiso sentirse bien, protegido de todo, porque están los padres, solo por eso, porque basta a un niño cobijarse a su sombra. No hablo de casos dolorosos, esta vez hablo de esa maravilla que es la inocencia,
Un besico

Rosa Cáceres dijo...

María, qué bonitos tus versos, y cuánta filosofía encierran,,,
Todos llevamos dentro al niño de cuatro años que una vez fuimos. Hay quiien permite que otros se lo maten y hay quien es él mismo el que procura ahogarlo, para que no se muestre y lo haga parecer débil, vulnerable a los ojos despiadados de este mundo competitivo de zancadillas y ambición.
Pero el niño está ahí, escondido, y no somos felices de verdad hasta que le permitimos expresarse, tengamos la edad que tengamos.
Un besico

Rosa Cáceres dijo...

Yulia, tienes razón en lo que dices, pero es que todo niño aprende imitando, y los medios de comunicación de hoy no tienen respeto por la infancia; muestran niñas vestidas de vampiresas, de pequeñas Lolitas (esa aberración de Navokov que siempre me ha horrorizado) inculcándoles tonterías en esas cabecitas que jamás tendrán ya otra oportunidad de ser criaturicas felices en su niñez. El tema da para mucho.
Un besico.

Rosa Cáceres dijo...

Cayetano, gracias poor la NO Propaganda de BUCEADORES jajaja
desde luego esos casos que mencionas son para desazonar al más templado.
Hace poco vi una película basada en hechos reales sobre los niños soldados en África, a algunos de mis alumnos les he puesto un libro sobre los niños esclavos del cacaco, hoy he visto en el noticiatio el horror de las ablaciones que afectan a millones de niñitas hoy en día...todavía, Dios mío...
Pero nosotros hemos sido unos privilegiados si es que tuvimos una infancia feliz.
Por cierto, ayer encontré un cuaderno en que copié los versos que nos arrojamos a la cara mutuamente Jajajaja en nuestro primer duelo a ripiazo limpio jajaja un día voy a recordarlos todos juntos aquí.
Un saludo

Rosa Cáceres dijo...

emejota, yo creo que ni de juego he cambiado jajaja, vamos, que me das un cuento para leer y me lo paso genial.
Gracias por acordarte de Orihuela y sus gentes jajaja, hoy no se podía dar un paso por las calles del mercado medieval del gentío que había.
Una cosa que me gusta es que vienen puestos de Galicia (¡qué pulpo!) y de Asturias, que me pirro por los "carballones", de Cataluña, con esos embutidos de Vic, de Castlla León... y la artesanía, tan cálidamente bella...
Bueno, los dromedarios y los demás animales son una dulzura.
Un besico

Rosa Cáceres dijo...

Amig@mi@, tod comienza en la infancia. Es una etapa clave en la vida. Los psicólogos lo saben bien.
Por eso hay mucha verdad en lo que dices: perder la infancia interior es una tragedia. Impide disfrutar de las cosas que de verdad son buenas en la vida.
Un besico

Rosa Cáceres dijo...

Adolfo, felicidades por esa criaturica que sostienes en tuis brazos y a la que dedicas tus versos.
Un saludo cordial

Unknown dijo...

¡Es precioso¡.La inocencia es lo que nos da capacidad de asombrarnos ante todo aquello (que no por vivido),nos resulta nuevo.Felicidades y gracias por subir este texto tan bello.Besos de luz.

Rosa Cáceres dijo...

Cayetano, de niña jugaba a un juego que consistía en cogerse dos de un cordón (como en esta escultura) y cantar.
-¿Con qué te lava tu madre?
-Con agua y jabón.
-¿Por donde la tira?
-Poe el balcón,
-¡estira cordón, estira cordón, estira cordón!(las dos niñas).
Y mientras se repetía ese estribillo, nos echábamos atras y dábamos vueltas vertiginosas que desde luego si te soltabas salías volando marcha atrás y sin frenos jajaja

Rosa Cáceres dijo...

julia, es cierto: la capacidad de asombro es la señal de que aún conservamos vivo el niño que fuimos ¿y hay alguien con más capacidad de disfrute de las cosas sencillas que un niño?
Un besico

Cayetano dijo...

Rosa: qué bien que hayas encontrado el cuaderno sobre aquellos duelos con ripios:
"Yo a los hoteles subí,
yo a los tugurios bajé.
Y en todas partes dejé/
que pagara Ramoncín."
Etc.
Buena idea esa de volver a editarlos.
Un saludo.

Montserrat Llagostera Vilaró dijo...

Hola mi amiguita Rosa Maria:

Ahora es mi niñita interior la que te habla.

Y te pregunta.

¿Hay algún cuento de niños escrito por Rosa Cáceres?

Mi amiguita Rosa Maria, acompaña a Rosa Cáceres, como Monsita acompaña a veces a Montserrat, sobre todo cuando está con Lucia su nieta.

Besicos, muchos besicos, Montserrat.

P.D. Acojamos con cariño a nuestra niña interior

Cabopá dijo...

"Perder la capacidad de asombrarse es cosa desaconsejable, si se quiere ser feliz"

Completamente de acuerdo...Yo siempre me sorprendo de "casi" todo
lo de ser feliz,bueno, a ratos como ca uno...
Estás hecha una filósofa absoluta amiga.
Oye, me he fijado que tienes un montón de seguidores, un día de estos se van a caer del cuadro como digan todos a la vez de salir,je,je,je...
Besicos.

Juan Patricio Peñalver dijo...

Este filósofo humilde me resulta familiar...
Por cierto, me ha encantado la entrada anterior (del trampantojo y las coplillas): una exquisitez.

Rosa Cáceres dijo...

Montserrat, sí, tengo varios cuentos para niños, dos que me los pidieron de una escuela infantil, y están ilustrados, y otro ya para chiquillos de ocho años o más, pero están inéditos. A ver si me pongo a escribir de esas cosas, que son enternecedoras.
Un besico

Rosa Cáceres dijo...

cabopá, ¿qué tal la excursión a esas tierras del n.O. murciano? allí tuve yo mi primer destino de profesora, en Caravaca de la Cruz. Es un sitio precioso.
Tengo seguidores, pero no tantos, no exageres, que comparando comentarios a las entradas, me ganáis todos jajaja
Yo, ya ves, voy volando; acabo de volver del Instituto, he puesto una lavadora y ahora mismico me voy a comprar; ewsta tarde tengo reunión de coordinación...no tengo tiempo ni de mirarme al espejo, lo cual me hace persona poco vanidosa jajaja no hay mal que por bien no venga.
Un besico

Rosa Cáceres dijo...

Lugareño, claro que conoces el texto, como que fue el que leiste tú en aquel programa radiofónico.
Últimamente tiro de cosas que tengo en el ordenador o impriviso coplillas, lo malo es que con la improvisación nunca puedo llegar a cotas de calidad que me sirvan de aval intelectual jajaja, pero, bueno, me hago presente con intención amistosa sobre todo. Para lo otro, ya debería estar preparando las intervenciones en los compromisos que he contarido...y no lo hago, como siempre, voy a torear sin capa jajaja ¡veremos cómo quedo!
Un abrazo

Rosario Ruiz de Almodóvar Rivera dijo...

Una entrada muy interesante, me ha gustado mucho.
A mí me gustan las personas que miran de frente y sonríen, creo que son sinceras y van sin doblez.
Un abrazo fuerte amiga, desde mi Librillo.

Rosa Cáceres dijo...

Rosario, eso mismo que dices que te gusta me gusta a mí.
Me voy ahora mismo a una reunión de coordinación con los colegios adscritos a mi Instituto.
¡Volandoy voy, volando vengo, por el camino no me entretengo! que dice la canción.
Un besico

Amig@mi@ dijo...

Qué pena esa infancia que sufre, que no sonríe sino llora, que trabaja, que pasa hambre...
ESo no es ser niño.
Un abrazo, Rosa

Alvaro dijo...

Es una pena que de mayores nos movamos en un mundo con falta de ingenuidad. Menos mal que mi niño de tres años me lo recuerda continaumente. Saludos

Alvaro dijo...

Es una pena que de mayores nos movamos en un mundo con falta de ingenuidad. Menos mal que mi niño de tres años me lo recuerda continaumente. Saludos

Rosa Cáceres dijo...

Álvaro, tener un hijo es reeditar la infancia.
De todas formas tu personalidad es optimista y eres una buena persona, todos cuantos te conocemos lo vemos inmediatamente; eso es conservar la ilusión del niño que una vez fuiste.

ARO dijo...

"Desperté de ser niño,
Nunca despiertes...", cantó Miguel Hernández a su hijo desde la cárcel. La niñez es un tesoro que perdemos con los años.