martes, 13 de enero de 2009
Amor en una chumbera
Es curioso el deseo que el enamorado muestra a menudo de testimoniar su amor a su adorada en los medios y soportes más diversos. Así, son frecuentes las pintadas -no saben cómo están los tubos del trasvase Tajo-Segura- en paredes ruinosas, en puertas y muros de Monumentos Nacionales - lo que demuestra mucho amor pero nula sensibilidad artística y quién sabe si de la otra también-, en troncos de árbol- todo un clásico, con el corazón flechado- y hasta en el servicio de bares diversos- lo cual significa un gusto escatológico ciertamente-, pero en la pala de una chumbera... lo que demuestra es que se trata de un amor Mediterráneo. El soporte es algo pinchoso, pero fácil de señalar. Ahí tenemos la prueba. La chumbera de la foto está de la alcazaba de Almería. Todas las palas estaban repletas de mensajes de amor, no era ésta la única.
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5 comentarios:
Pues si ha superado el escribir los votos inquebrantables para siempre jamás, a lo mejor, eso funciona para la pareja en cuestión.
Aunque, claro, escribir el amor sobre un lecho de espinas...
Creo que eso mas bien es enamoramiento. ¡¡¡¡Que belleza!!!
y que dolor para la Chumbera
Besos y amor
je
Hola Rosa, hace unos meses estuve en la alcazaba de Almería y no reparé en este detalle de la chumbera, tal vez porque las fotografié desde lejos para luego pintarlas. Yo busco la luz y tu las palabras...
Hola Rosa, la puerta árabe que has visitado en mi blog, está en Baeza.
Francisco Javier, muy acertada observación.
sedemiuqse, estos pequeños detalles son los que cautivan mi atención, porque opino, al igual que tú, que contienen una profunda y a la par sencilla belleza.
José Ato, gracias por tus dos comentarios. Yo busco las palabras, pero también la luz, aunque mal, lo reconozco, yo también pinto desde siempre, y no puedo pasar por un paisaje sin calcular cómo quedaría plasmado al óleo o a la acuarela, dos medios tan distintos que pueden dar versiones divergentes de un mismo tema.
Y me ha encantado saber que esa puerta está en Baeza, porque quiero volver a visitar esa mágica ciudad. Cuando la conocí, llegué a primeras horas de la mañana, cuando todavía no había sido tomada por las hordas del turismo salvaje. El aire era transparente, fino y frío, pero lleveba en él un seductor aroma de leña quemada que impregnaba el ambiente de poesía.
Luego, él aula de Antonio Machado, completamente deshabitada, a no ser por su espíritu de hombre bueno, las calles de muros enjalbegados... en fin, inolvidable.
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