viernes, 27 de febrero de 2009

Otro capítulo del Diario de una profesora experimentada.

Hoy voy a permitirme presumir un poco de lo bien que me llevo con mis alumnos.
A lo largo de mi carrera docente he comprobado que solamente se puede dar lo que se tiene, y naturalmente, es imposible dar algo de lo cual se carece. En el caso de un profesor, lo que puede ofrecer a sus alumnos - siempre que antes lo posea él- son los conocimientos sobre los que versa su materia (se le suponen, claro) y además (y esto ya no está tan claro que los tenga) el cariño acompañado de la suficiente calida moral como para hacerse respetar sin tener que echar mano de medidas disciplinarias desagradables.
La cosa es así: si tú quieres a tus alumnos, ellos lo perciben y, excepto raras excepciones, devuelven ese aprecio con la nobleza característica de los jóvenes.
No es por ponerme medallas por lo que afirmo que yo quiero a mis alumnos, es porque no puedo remediarlo: soy así. Me llegan al alma esos chiquillos a los que adivino más asustados de lo que ellos mismos creen estar, más niños de lo que ellos creen ser ya, más nobles de lo que ellos mismos sospechan.
Y ellos suelen querereme a mí, casi todos. Todos no, claro, eso sería utópico, pero sí la mayoría.
Me lo demuestran con palabras y también muchas veces con regalos.
Tengo cuadros pintados por esos artistas que han pasado por mi aula, poemas, dibujos, libros, muchos libros- ellos saben cuánto me gustan- y otras maravillas que gurdo con infinito aprecio, sobre todo porque es rarísimo que un profesor de secundaria y bachillerato sea obsequiado por sus alumnos.
Aquí están las dedicatorias de algunos muchachos en un libro que me regalaron: Para una profesora que lo ha dado todo por nosotros. De tu alumno Javier.
Para una mujer que se merece esto y mucho más ...
Gracias por hacernos pasar un curso inolvidable...
Así me dedican su regalo ¿se puede pedir más?


Hoy he recibido una maravillosa sorpresa: un precioso marcapáginas de plata de ley, con un fleco de seda granate. Lo mejor es que es un regalo de un alumno. Se llama Pablo, es un excelente poeta. Le gustan mis clases y también le gusta hablar conmigo, algunas veces, de poesía. Y a mí me encanta que hayan muchachos así, que escriben, que leen, que trasmiten su entusiasmo por aprender.




Esta fría mañana de febrero, una bedel ha llamado a la puerta de mi aula y ha pedido permiso para entregar un obsequio a una alumna, que estaba sentada en uno de los primeros pupitres. He pensado que sería su cumpleaños, pues el regalo- según ha dicho la bedel- acababa de traerlo el padre de esa chica. pero ella ha dicho: "Este regalo no es para mí". Y me lo ha entregado en medio de los aplausos de todo el grupo.
-¿Para mí? - he preguntado, sorprendida.
No era mi santo, ni mi cumpleaños, ni fin de curso, ni de trimestre, sino un anodino lunes de un mes de febrero cargado de exámenes, trabajos y clases como todos los demás días...
Pues bien, sí era un obsequio para mí, comprado entre todos. Ese grupo me ha demostrado su aprecio, y en febrero, cuando quedan muchos exámenes que rendir aún.
Lo más curioso es que se grupo es de ciencias, y mi asignatura es Lengua y Literatura.

8 comentarios:

P.Mogica dijo...

El aprecio que sentimos por Vd no entiende de materias. En nuestro curso se echan de menos sus clases, entre usted y yo, nuestra actual profesora no...consigue transmitirnos toda la pasión que usted nos transmitía por la literatura ;). Un abrazo y un cálido saludo

Rosa Cáceres dijo...

Vaya, muchas gracias en lo que a mí respecta. Esperemos que no trascienda la opinión sobre la actual profesora. De todas formas, estás en un grupo de ciencias, se supone que la pasión la transmitirán ahotra los matemáticos, químicos y demás...jejeje.
Ya sabes tú, y los demás, que estoy a vuestra disposición y que siempre procuro saludaros cuando paso por los pasillos haciendo guardias.
Me alegré mucho cuando abrimos las plicas del concurso de poesía y apareció tu nombre. Enhorabuena.

Amig@mi@ dijo...

Super emotivo, Rosa, pero si emanas en tus clases la misma sensibilidad, alegría y complicidad que percibimos en el blog... ¿Qué esperabas? Recolectamos lo que sembramos ...
Besos

Rosa Cáceres dijo...

Montse, me abruman tus cumplidos ¿De veras en mi blog se percibe tanto y bueno de mí? Me encantaría que fuese verdad y no una hipérbole de tu indudable amabilidad.

eligelavida dijo...

He llegado aquí de casualidad y me encanta tu blog. Qué suerte tienes. No hay nada como amar lo que se hace, y más si se trata de una profesión tan vocacional como la tuya. Creo que los profesores y maestros tenéis una responsabilidad muy especial en la sociedad. En mi colegio teníamos colgado un cartel que decía: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres” (Pitágoras).

Rosa Cáceres dijo...

Muchas gracis eligelavida. Tienes razón en que amar lo que se está haciendo es una suerte. Me apasiona la literatura, y no me da vergüenza demostrarlo. El preciosa esa frase de Pitágoras. No sé de quién es la que dice que "las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran". No es posible hacer que brote el entusiasmo en los demás si uno mismo no es entusista. Hay que ponerle acento a lo que hacemos, digo en uno de mis poemas.
He vistitado tu blog. Te doy la bienvenida al mío.

Cristinaa dijo...

Bueno, ya has actualizado pero de todas formas te firmaré aquí.
Debo decirte que sí, cuando los profesores sentís pasión por lo que enseñáis nos lo trasmitís y lo sentimos nosotros también. Si, en cambio, no os gusta lo que hacéis, a nosotros posiblemente tampoco... por tanto ya ves como si lo sientes trasmites después recibes recompensas.

Yo soy de las que siempre regalamos al final de curso algo al profesor/a o profesor@s que más nos hayan marcado, de alguna forma siempre nos gusta dar después de recibir!
Un saludo!

Rosa Cáceres dijo...

Hola, Cristina. Pensaba que eras alguna de mis alumnas, pero veo que no. Tienes razón en lo que dices. La sinceridad es trasparente, no oculta lo que en verdad anda por dentro de cada uno, incluso de los profesores.