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Quisiera llamaros la atención sobre los cuadros que se ven detrás de mí, aunque sea parcialmente, porque los he pintado yo. El de la izquierda es una copia en tablas individuales, ensambladas luego por el enmarcado, de los doce meses del año, según el Libro de Horas del Duque de Berry, obra medieval que me fascinó desde niña.
El segundo es una acuarela del Puerto de Barcelona, copia de la de Fresquet. A mí me resulta más difícil la acuarela que el óleo.
Ahora quisiera ofreceros un breve fragmento de la novela. está en uno de los primeros capítulos. se trata de la boda del conde Raymond de salvadrés y su prima, Yolaine de Provenza, en el Monasterio de Ripoll, en Cataluña.
Los jóvenes no se han visto desde que ambos eran unos niños. Ella ha quedado huérfana y se ha pactado el compromiso con un primo lejano. Este es el momento en que van a encontrarse, ya a las puertas de la iglesia.
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Todos cuantos la han visto alguna vez dicen que Yolaine de Provenza es la más bella doncella que pueda imaginar fantasía humana. Su cabello de oro está trenzado con perlas menudas como gotas de rocío, sus ojos de color de cielo de primavera exaltada lucen como estrellas y sus labios bermejos como rosas de terciopelo y fuego se entreabren dejando adivinar entre ellos unas perlas aún más hermosas que las que adornan sus trenzas. Su nariz es larga y recta, como corresponde a dama de noble estirpe y su cuello, altivo como el de una garza real. Su talle es esbelto en extremo, sus caderas poseen la seductora curvatura de un fruto perfecto y sus andares mesurados son de exquisita elegancia. Todo en ella es armonioso y deliciosamente prometedor.
Viste saya verde que es el color del amor nuevo con adornos en azul, que es el color de la fidelidad, según el significado que les otorga el blasón de los colores que sirve de código a los pulidos cortesanos, que siguen las leyes del Fino Amor.
Al llegar al monasterio de Santa María de Ripoll la novia queda extasiada ante la portada en forma de arco de triunfo y ante su decoración abigarrada.
(...)
En la puerta de la iglesia, que da al claustro, la espera el joven conde Raymond, con impaciencia, aunque gozando de la visión de tal hermosura que se aproxima lentamente a él rodeando el ancho pasaje porticado de arcos sostenidos por dobles columnas.
El conde Raymond de Salvadrés va vestido de terciopelo negro, pero lleva ceñida a la cintura su espada de empuñadura plateada y en las botas lleva brillantes espuelas que tintinean cuando camina.
Es apuesto el conde, según el modelo varonil catalán, alto y ancho, de hombros poderosos, capaces de sostener sobre ellos un castillo formado por hombres. Se cuenta de él que efectivamente tal cosa hizo cuando mandó a cuatro aguerridos capitanes que fuesen trepando sobre sus hombros y formando una especie de torre de asalto, con el más fuerte –él precisamente- en la base y los otros, según su peso, en disminución hasta llegar al cuarto, un delgado y valiente alférez que se introdujo en la fortaleza enemiga y abrió brecha por una poterna condenada que logró abrir desde dentro.
Esta hazaña es cantada ya por los juglares de las zonas aledañas cuando la joven Yolaine llega a tierras de Catalunya. Ella la ha oído con estremecida ansiedad durante su camino a Sant Joan de les Abadesses y se ha preguntado repetidamente qué clase de hombre la espera junto al altar, puesto que resulta evidente que ha dejado de ser el niño que ella recuerda, y a qué clase de tálamo la conducirá –de mieles o de espinas- cuando ya sea suya ante Dios y ante los hombres.
A la bella Yolaine le late el corazón con tal fuerza que le duelen los tímpanos ensordecidos y casi no puede respirar. Pasa junto a un arco, y puede entrever la figura severa e imponente del guerrero que la aguarda en pie junto a la puerta, abierta de par en par, de la iglesia. Luego las dobles columnas velan la imagen, sin embargo, hasta avanzar otro paso para volver a verlo a través de otra arcada.
(...)
Ya ha comenzado la estación primaveral, aunque el aire es todavía sutilmente frío. El sol luce y los pájaros cantan alegremente, ajenos al temblor de las rodillas de la virginal novia que no sabe si va a tener fuerza para continuar caminando hacia su esposo, cuyos ojos –que ya alcanza a ver- la intimidad por la fijeza con que la miran.
Yolaine baja la mirada, pero no su cabeza altiva. Una dama noble debe mostrar siempre un porte digno y sereno. Sin embargo, entorna los párpados abatiendo sus rizadas pestañas, aunque a través de ellas, como a través de celosías, aún puede distinguir, entreverado con las sombras que producen, el rostro y la figura del hombre al que va a unir su vida. Y no sabe si es temor o es otra cosa lo que siente.
Doña Loise, el aya que la ha acompañado desde Francia, inclina la cabeza con asentimiento y aprobación, al comprobar que su Yolaine mantiene su compostura y su dignidad orgullosa de dama noble.
(...)
Otro fragmento sobre el asalto de un grupo de facinerosos al grupo de viajeros que huye de los moros desplazándose hacia tierras del norte.
Cayeron por sorpresa sobre nosotros. Ya había salido el sol y pensamos ingenuamente que el peligro sólo estaba en las horas de la noche y del atardecer y, tal vez, a la aurora. Craso error, pues cuando el lugar es aislado da lo mismo la hora en que las fieras lo asalten.
Un hacha bien lanzada por una mano asesina acabó con la vida de don Ferrand que se hallaba inclinado sobre una poza rebosante de agua en que solíamos asearnos y despejar el rostro de las telarañas del sueño.
No le dio tiempo a decir ni una palabra, el filo tajó su cabeza que se abrió como calabaza madura desparramando sus sesos y no dejando duda alguna de su muerte instantánea.
Los forajidos aprovecharon la confusión y arremetieron contra nosotros, maniatando a don Ferreol, que se había acercado precipitadamente al cadáver de su padre.
¡Cuánto eché de menos al gigantón Pere Sanchís! De haber estado allí, él solo se hubiera bastado para acabar con esa partida de asesinos, pero no estaba con nosotros y tampoco Jaume, que había ido al pueblo a comprar provisiones.
(:::)
-El diablo de la lujuria debe haberme poseído porque no puedo contenerme más teniendo una hembra así al alcance de la mano –dijo el horrible bandido de las cicatrices en el rostro señalando a doña Corona que temblaba incontroladamente.
-Esa no es la novia, que bien se ve que es la viudita, anda con ella y haz que se le olvide el esposo cuya cabeza has partido en dos –se mofó el jefe.
Aquellos desalmados no respetaron ni el dolor sagrado de aquella mujer, porque nada respetaban en este mundo. Yo estaba horrorizado y Ferreol bramaba como un toro bravo atado igual que una res por fuertes ligaduras.
El monstruoso forajido agarró a doña Corona y se la llevó a rastras a otra estancia.
-¡Estás apetecible! ¡Vive Dios que sí! –Oímos que decía a su presa- Te desataré, no eres un peligro –habló.
Desaparecieron ambos de nuestro campo de visión, pero podíamos oírlos porque apenas nos separaban de ellos una pared.
-Ven –escuchamos que respondió ella con entonación insinuante.
Quedamos sin respiración, mudos de asombro ¿Era doña Corona la que había hablado? ¿Cómo podía ser? ¡No era posible! Su voz sonaba invitadora, como suena la voz de una mujer amante que desea a su hombre. Nos miramos con estupor. Había perdido la razón enloquecida por el terror, no había otra explicación, pero esa voz, esa voz dulce, inequívocamente tentadora…
-Ven, ven a mí, deja que te abrace.
Volvió a escucharse su voz con inflexiones casi lascivas, ahora sin género de duda. Ferreol se revolvió como un endemoniado y lanzó un grito de rabia al que se unió un grito de agonía, largo, prolongado, que fue apagándose a la vez que se apagaron las risotadas de los dos compinches del feísimo bandido.
Ambos se lanzaron al cuarto contiguo en que se habían metido él y doña Corona, pero no hubieron de penetrar en él porque ya salía de allí la viuda como una Parca justiciera, llena de sangre la boca y las manos. Había mordido el cuello de su frustrado violador con una certera dentellada y le había arrancado un enorme bocado de carne que había escupido, a la vez que le había clavado en el único ojo sano que tenía un espetón con el que sujetaba su espesa cabellera dorada.
El hombre había sido engañado por su sensual canto de sirena sin pararse a pensar en lo inverosímil de la situación: una mujer a punto de ser violentada por el asesino de su marido, un salteador de caminos, que para colmo es un ser horripilante, que le muestra a ese hombre afición y amor. Era tan absurdo que sólo una mente torcida y estulta podía creerlo, pero ese había sido el caso, y ahora el bandido yacía desangrándose en el suelo de la estancia, convulso y casi desmayado, con un hilo de vida que se extinguió como llama de cirio bajo viento huracanado.
Se levantó el tal Ramonet que se había agachado junto a su compinche para intentar auxiliarlo, con los ojos inyectados de sangre, soltando espumajos de odio por las comisuras de la boca, rechinando los dientes.
El pobre idiota que era su sobrino gemía amedrentado y se había olvidado de su obsesión por mí, lo cual era un alivio, aunque en esa tesitura era imposible sentir nada que no fuese una tensión nerviosa insoportable. Íbamos a morir. Era algo patente. Aquellos hombres nos darían muerte con saña y crueldad pues no perdonarían la muerte de su compañero.
En un momento todo me pareció nimio, absurdamente baladí. El hecho de ir disfrazado de mujer, la incongruente actitud de mi madre, que canturreaba una cancioncilla en provenzal, aislada de cuanto ocurría a su alrededor, la sonrisa feroz de la ensangrentada Corona, el llanto infantil de Fabioleta, la risa enloquecida de Ferreol ante la venganza ejecutada por una débil mujer como era su madre… todo, absolutamente todo había dejado de ser importante. Venía la Muerte, la sentía llegar, escuchaba el sonido de su cabalgadura, uno de los jinetes del Apocalipsis con su guadaña empuñada…
De repente, efectivamente, irrumpe la Muerte en la estancia. Entra por el portalón abriéndolo de una patada, viene cabalgando sobre un enorme bridón de guerra, no trae en la mano una guadaña sino una espada desnuda, igualmente temible y afilada. Viene a buscar a los bandidos y taja sus cuellos con decisión separando las cabezas de los cuerpos, ni siquiera perdona la vida del pobre retrasado que berrea como un endriago. Pero a los demás no nos toca.
No sé nada. Estoy tan impresionado que no sé nada, salvo que me he orinado encima y que la Muerte tiene el mismo rostro que Jaume el escudero.
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Otro día más. Ahora una coplilla para poner un poco de humor en la entrada del día.
Espérate sentadico,
si quieres que yo te quiera,
porque no entra en mi costumbre
querer a ninguna fiera.
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los cerdos en la dehesa
hozan buscando bellotas,
dime lo que buscas tú
con esa cara de idiota.
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Coplilla en murciano
He pegao un esclavejío
de la rabia que me ha dao,
he comprao unos yogures
y estaban tós caducaos.
20 comentarios:
Rosita,estas re-linda!!!!!!!mira me quedo la boca seca leyendo partes de la novela,empeze a leer y me olvide de cerrarla ji-ji este tipo de novela es la que me gusta!!!!!!tus pinturas preciosas!!!!!!!gracias por dejarnos entrar a tu hogar....admiro a la viuda.......besote.
que artista que eres rosa me encanta tus cuadros me encata tu blog y te almiro besos
Me fijé en las tablillas, nada más entrar en el blog, y dije para mí: no puede haberlo pintado ella...
jaja
Besos
Cathy, me alegro de que te guste la novela, ojalá tenga el mismo éxito con todos sus lectores.
y bienvenida a mi hogar, con las paredes tapizadas de cuadros y de libros.
YO. muchas gracias, cada cual tiene su habilidad, todos alguna, desde luego. Me encanta tu gato, es un amor, me enternece.
Amig@, yo en una anterior vida debía de ser un monje medieval, porque en esas tablillas disfruté inmensamente. Eran recortes de tablex y en qué se vio el de los marcos cundo le lleve doce trozos, irregulares, cada uno deferente, jajaja. Tiene él más mérito que yo.
Pero cada castillo tiene los sillares que se pueden contar, es muy minucioso, pero ha perdido color con el tiempo, porque mi casa es muy luminosa, y las tablas piden penumbra.
No paras!!
Que bonito...
Besitos con todo mi cariño.
Holaaaaaaaaaaa, qué tal tu malantía? Debes de estar mejor, mira que trabajas...hablando de trabajar yo mañana de estreno......
Lo mismo hasta se me ha olvidado...jajajá....No te puedo leer ahora, pero en las fotos sales muy favorecida, tus cuadros y tus libros tambien....Besicos.
Arantza, esos cuadros los pinté hace años, jajaja.
Pero, en fin, es verdad que sigo haciendo cosas.
Ahora con este calor no tengo ganas de náaaaaaaaa
Cabopá, feliz entrada al puesto de trabajo. Yo ya estoy casi un mes en el lío y todavía no he terminado el rodaje.
No tengo tiempo ni de mirarme al espejo jajaja. Y como ha vuelto el calor, estoy apachangá del tó.
Un besico, reina mora.
Ha sido un placer, poder ver estos hermosos cuadros.Gracias por tu ofrecimiento.
Besos desde Valencia.Montserrat
Me maravilla toda esa actividad que llevas a cuestas y a juzgar por tu cara (te pareces a tu hermana Ana Elisa), muy a gusto. Tus cuadros, preciosos. Lo pintas todo...¡hasta las piedras!
Y ya me dejas otra vez con la miel en los labios con la lectura de la moza pudorosa que va casarse...Ya te lo pregunté:¿Están tus libros en la casa del libro? Mi correo: casarex@hotmail.com
¿Y los trovos? ¿son todos tuyos o has recopilado? ¡Buenísimos!
Besos.
Besos
Guapaaaaaaaa, lo tienes todo, me alegro de haberte descubierto.
Biquiños miña!!!
Bueno, ha sido un placer pasearme por un pedacito de tu casa. Veo que te gusta escribir a mano, en un cuaderno. Yo estoy tan hecho al ordenador que no sé escribir sin él. Otra cosa, los fragmentos de novela que nos ofrecen prometen. Y encima, pintas. Es que estás hecha una auténtica artista.
Un abrazo.
Que bien se te ve en las fotos, se nota que estás pasando una buena época. Ya me avisarás cuando vengas por Murcia eh!!!!
Perlita, preciosa, alguno sí está en la Casa del libro, pero hay qyue adquirirlo por internet y ya que estamos, prefiero que me los pidan a mí, que los mando dedicados muy personalmente. te escribiré a tu correo.
Los trovos son todos míos, me reservo los que más risa dan porque son algo burros y me consta. Por eso lloro de risa escribiéndolos jajaja
¿me parezco a mi hermana Ana Elisa? favor que me haces. Ojalá sea cierto jejeje
maruxiña, flor de Galicia, te dedicaré una entradiña galleguiña, meniña...ya verás.
Miguel, creo que mi cerebro está conectado con mi mano derecha. Soy capaz de dibujar y escribir con los ojos cerrados. No lo digo metafóricamente, lo hago de veras. Cuando escribo capítulos enteros de una tirada, a veces sé lo que quiero decir tan claro como si me lo dictaran los personajes, y escribo a ciegas jajaja, así me sale la letra. Me pasa los manuscritos Javier, mi marido, así si la novela es histórica me caza los gazapos posibles de reyes, batallas, fechas y demás jajaja.
Un abrazo.
Álvaro ¿buena época? al revés te lo digo pá que lo entiendas jajaja.
Pero, bueno, hay que poner buena cara en las fotos, por más que yo en estas veo que se trasluce mi carica de dolor y angustia vital ¡Ayyyy! Qué malica que estoy y qué poquico que me quejo jajajaja
Claro que te avisaré para Murcia, no sé para cuándo será, se lo he encargado a mi Mecenas en el Gaya y en la Real Academia Alfonso X(de la que usted, señor mío, también es Académico) Santiago Delgado.
Pues entonces puede ser que estemos los dos igual, tengo a mi madre ingresada en el hospital y he pasado unos días muy angustiosos, te lo digo porque se que le caiste muy bien cuando os conocisteis. Pero a pesar de todo ello, fuí a la presentación de mi libro, así como varias entrevistas que me hicieron y en las que incluso tenía que estar graciosillo. En una de ellas si le mandaron un abrazo desde el programa para que se pusiera bien, pero será un proceso lento
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