Acabo de recibir un e-mail de Amnistía Internacional, se titula "El precio de tu ordenador es elevadísimo", y se argumenta en base a que las nuevas tecnologías de la información (ordenadores, teléfonos móviles) necesitan un material llamado coltan que es imprescindible en su fabricación. El 80% de las reservas de coltan en el planeta están en El Congo. La posesión de tan preciada fuente de negocio se disputa al precio sangriento de millones de vidas en una guerra interminable que desgarra al África Central y que tiene su raíz en la ambición humana y la apetencia por el coltan.
Miles y miles de criaturas son arrancadas de la escuela o del hogar para luchar, matar, violar o ser violadas o masacradas en ese conflicto interminable, sin vias aparentes de solución.
En nuestra desarrollada civilización parece que nadie puede ya prescindir del ordenador y, menos aún, del teléfono móvil. Pero yo no tenía ni idea que tuviesen tal precio humano.
Ante esta noticia, de la que también se hace eco el maravilloso novelista Alberto Vázque Figueroa en su novela titulada "Coltan", de la que tengo ya algunas referencias recientes, me pregunto angustiada qué hacer. Acaso dejar de usar el ordenador, desterrar el teléfono móvil, dejar de ver el televisor...¿qué sería moralmente aconsejable? ¿estamos matando, indirectamente, cada vez que enviamos un e-mail, como se desprende del artículo de Amnistía Internacional?
El caso es que estos instrumentos son una exigencia en nuestra labor profesional para muchos de nosotros. El caso es que nadie nos dijo nada de esto hasta ahora. El caso es que parecía del todo inocente manejar un ordenador, tener un televisor de pantalla plana, hacer o recibir una llamada de teléfono móvil..., pero no lo era, no lo es.
Es una nueva angustia, un nuevo cargo de conciencia que se suma al que todos llevamos ya a nuestras espaldas, si es que sentimos el imperativo moral de no hacer daño al prójimo.
A veces siento el deseo de aislarme de este mundo contaminado de intereses ocultos, de rastreras ambiciones que desencadenan conflictos bélicos para el provecho de fabricantes de armas y esclavizadores de almas, compradas con el dinero manchado de sangre inocente.
Les recomiendo que vean una película que se llama "El señor de la guerra", de Nicolas Cage.
El tema son las armas, pero es lo mismo. Muchos ricos necesitan que haya guerras para prospera, al fin y al cabo, viven como reyes de la venta de armamento. Otros siembran los campos de minas antipersona y mutilan a cientos de criaturas que simplemente pasaban por allí.
Ahora descubrimos lo del coltan.
Y yo no me explico como la gente tiene ganas de preocuparse de frivolidades como son las modas y hasta el fútbol -el nuevo dios, la nueva idolatría, hay incluso una Iglesia Maradoniana, no es broma- y pasa de largo por estos escándalos, tan visbles como las luces de los prostíbulos de carretera, últimamente instalados muchos en naves industriales, la industria de la indignidad, en el siglo que quiere conseguir justicia para la mujer, dignidad de ser humano...Pero nadie vemos nada, pasamos de largo...
¡Qué angustia! ¡Qué horror y qué vergüenza!
1 comentario:
Y que lo digas Rosa, así llevamos miles de años, desde la existencia del ser humano, es lamentable, todos lo sabemos, pero seguimos ignorándolo... ¿Algún día seremos capaces de cambiar?
Un abrazo.
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