He estado en Granada y me he traído un abanico de recuerdo; siempre que voy a Granada compro un abanico. El último era "colorao", éste es azul, pintado artesanalmente por los dos lados. No lo necesito, tengo mi abanico predilecto, de esos que se cimbrean por la extrema finura del varillaje sinpeso, de magnífica madera, con el país pintado finamente...pero es que me ancantan los abanicos, son un objeto de esos que me seducen, como un libro abierto en páginas que dan aire y ayudan a pensar, porque con este calor hasta los pensamientos se declaran en huelga.
He hecho mil fotos, pero aún no las puedo pasar al ordenador; estoy en la playa y el oredenador de aquí carece de puerto para eso.
Sin embargo, os aseguro que son chocantes. Yo fotografío carteles, pintadas en una pared, detalles insignificantes que nadie mira.
En un puente sobre el río Genil siempre que he visitado Granada he encontrado carteles cogidos con alambre a las barandas con poemas sin firmar. Hoy os pongo el que había esta vez. Sin foto, aunque la hice y ya la pondré algún día. Pertenece a una estrofa de la Soleá de los cañaverales y a mí me encanta.
Nadie hable mal del día
hasta que la noche llegue,
yo he visto mañanas tristes
tener las tardes alegres.
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(el cuadro de entrada lo pinté yo hace una porrá de años)













