La Naturaleza nos ofrece imágenes que se prestan a meditar sobre ellas. Es fácil hallar metáforas conectadas con las personas; existen personas dotadas de personalidades resistentes como rocas, que aun siendo golpeadas por las olas -leáse contrariedades y penas de la vida-, se mantienen fuertes e inalterables, y las hay con personalidad tan frágil que se disgregan y se convierten en arena ante esas mismas tesituras.
Dichosas las personalidades roqueña (no ante la desdicha ajena sino contra las dificultades propias) inalterables ante la desdicha, capaces de hacerle frente a la vida, y dignas de lástima las que no las resisten, pues nada es tan seguro en esta vida como el que vamos a ser baqueteados por las olas, que son los avatares adversos.
Procuremos mantenernos fuertes y, si cabe, servir de resguardo y refugio para quién se siente débil, y espermos que los temporales amainen y las olas se conviertan en caricias recurrentes, metáforas de la paz interior que es la mayor fuente de alegría.
Dichosas las personalidades roqueña (no ante la desdicha ajena sino contra las dificultades propias) inalterables ante la desdicha, capaces de hacerle frente a la vida, y dignas de lástima las que no las resisten, pues nada es tan seguro en esta vida como el que vamos a ser baqueteados por las olas, que son los avatares adversos.
Procuremos mantenernos fuertes y, si cabe, servir de resguardo y refugio para quién se siente débil, y espermos que los temporales amainen y las olas se conviertan en caricias recurrentes, metáforas de la paz interior que es la mayor fuente de alegría.