Ayer, haciendo un recorrido por los blogs de mi preferencia, tropecé con uno cuyo autor mostraba sus sentimientos ambivalentes ante su próximo 50 cumpleaños, y citaba a la poetisa Lola López Mondéjar que habla de "la desventurada carrera" hacia la muerte que es la vida a partir de esa edad.
Me permito disentir de esa opinión, o matizarla al menos. Verán, si bien lo pensamos, esa "desventurada" carrera comienza justo el día de nuestro nacimiento. Se tenmga la edad que se tenga, cada día que vivimos es un día menos que nos queda de vida.
-¡Pues, vaya -dirán ustedes- lo ha arreglado está Rosa Cáceres!
Pues sí, pretendo arreglarlo y además me propongo hacer una reflexión optimista del asunto:
A nadie se nos garantiza el día de mañana, y ese es precisamente el motivo más fuerte que tenemos para aprovechar cada momento de nuestro presente. Además, tan hermoso son el sol, la luna y las estrella, los colores y el paisaje, la sonrisa del amigo y tantas y tantas cosas a los 10, a los 25, a los 50 o a los 90 años. Si alguien cree que a partir de cierta edad nada merece la pena, está equivocado, porque resulta que suele ser al contrario.
Lo que pasa es que los poetas son casi siempre unos pesimistas, exceptuando a Jorge Guillén (mi preferido y en cuyo honor paso todas las veces que puedo por la calle de la Aurora, esa humilde eternidad en calle corta, que decía él) y Carmen Castillo-Elejabeytia. Que me perdonen los poetas, pero es así. Yo, que soy profesora en un instituto, tengo alumnos de 15 años que escriben poesía doliente como si la vida ya los hubiera maltratado cruelmente, angelicos míos, y eso es porque imitan a los grandes poetas, que están con "el dolorido sentir" desde Garcilaso a nuestros días.
Por último, permítanme confesarles que nunca, nunca, nunca he creído en las "paparruchas" de la edad como frontera para la amistad ni los afectos, yo puedo sentir amistad por una persona de 14 años o de 100 años, de siempre me ha ocurrido, porque yo creo en el metal de las almas, en seres de la misma raza espiritual que se reconocen y se hacen amigos. Así que no creo que los cumpleaños sean fronteras o precipicios en los que uno se despeña, cunto menos voy a creer que los druidas pierdan poderes al cumplir los cincuenta. Ahora es cuando un druida es un druida de verdad, faltaría más ¡Feliz cumpleaños!
1 comentario:
Hola.
Pues ya sabes, Rosa, cada tiempo tiene su "cosa".
Veras que yo, en mi comentario, era un poco más pícaro: un sueño, que consistía en invitar a ciertas personas, muy especiales ellas.
Saludos.
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