Una gran verdad es que la vida se nos queda tatuada
sobre la delicada piel del alma.
Rosa Cáceres
La delicada piel del alma fue mi quinta novela. La frase anterior es la que aparece en la introducción.
sobre la delicada piel del alma.
Rosa Cáceres
La delicada piel del alma fue mi quinta novela. La frase anterior es la que aparece en la introducción.
Curiosidades de esta novela:
* Es la única que está publicada con ilustraciones mías de algunas escenas.
*Se desarrolla en Galicia y en Alicante.
* Tiene párrafos en gallego.
LA MEIGA.
Amelia creyó estar viendo a un personaje de cuento cuando Benitiña la Meiga entró en la cocina del pazo.
La Meiga tenía ese apodo desde siempre y lo tenía porque existía en todo el contorno vecinal la fama de sus poderes mágicos. Si era una bruja o no, era parte del misterio que la vestía como si de un hábito monjil se tratara, sin cambios, siempre el mismo.
Era una viejecita de edad difícil de calcular. Su apariencia era sumamente frágil, encorvada y algo temblona. Su rostro, enmarcado por un pañuelo negro ceñido al cráneo a la usanza gallega, era el de un garbanzo arrugado o el de una manzana pasada cuya piel se ha reblandecido y ha abandonado la tersura para convertirse en una especie de uva pasa de gran tamaño. La nariz picuda y con caballete, como de ave rapaz, daba sombra a una boca de labios sumidos que sonreían entre bondadosos e irónicos mostrando la cavidad semidesdentada, por la que salía una voz extrañamente dulce y carismática, era una voz llena de sabiduría, si esa fuese una cualidad del aparato fonador en vez de ser el atributo de algunas mentes humanas. Era, dicho de otro modo, una de esas voces de terciopelo calmado que sólo parecen poseer aquellos seres que son dueños de una especie de clarividencia llena de serenidad que los elevan sobre el común de los mortales.
(...)
...ciertamente, lo más impresionante de Benitiña eran los ojos, dos gotas de tinta negra bajo la sombra de unas cejas hirsutas que conservaban aún la mitad de su color negro destacando entre las canas, que daban a su cabello un aspecto como de nieve sucia. Era la suya la mirada más penetrante que se hubiera clavado en Amelia jamás.
(...)
Álvaro la había prevenido de las visitas de Benitiña y de las características de la extraña mujer, pero la realidad superaba con creces la idea que Amelia se había hecho de la supuesta Meiga y no pudo evitar una especie de encogimiento del estómago acompañado de un aceleramiento de los latidos del corazón cuando Benitiña, sacando la mano derecha del bolsillo del delantal, la señaló con el índice, torcido por la artrosis y nudoso como rama seca de arbusto, pronunciando su oráculo, aunque nadie se lo hubiera solicitado:
-Pobriña, tan xoven e fermosa, recien casadiña é xa se achega a éla a sombra, la nube de bagoas, espesa,chea de dór. Eu véxote no futuro chorando rios de bagoas, porque os teus pesares van ser moitos é non te deixarán respirar nin un poquiñto de felicidad.
(Pobrecita, tan joven y linda, recién casadita y ya se acerca a ella la sombra de la nube de lágrimas, espesa, llena de pesares. Te veo en el futuro y veo que llorarás ríos de lágrimas porque tus penas serán muchas y no te dejarán respirar ni un poquiño de felicidad).
Guardó silencio y, aunque Amelia no pudo comprender bien sus palabras, sí pudo captar el aire de triste conmiseración con que fueron pronunciadas. Al poco volvió a dirigirse a Amelia con tono lúgubre:
-Sofrirás. Coñecerás o dór de ser traicionada por quén ti mais queres. He darás a túa vida e il te deixará.
(Sufrirás. Conocerás el dolor de ser traicionada por quien tú más quieres. Tú le entregarás tu vida y él te dejará).
Amelia creyó estar viendo a un personaje de cuento cuando Benitiña la Meiga entró en la cocina del pazo.
La Meiga tenía ese apodo desde siempre y lo tenía porque existía en todo el contorno vecinal la fama de sus poderes mágicos. Si era una bruja o no, era parte del misterio que la vestía como si de un hábito monjil se tratara, sin cambios, siempre el mismo.
Era una viejecita de edad difícil de calcular. Su apariencia era sumamente frágil, encorvada y algo temblona. Su rostro, enmarcado por un pañuelo negro ceñido al cráneo a la usanza gallega, era el de un garbanzo arrugado o el de una manzana pasada cuya piel se ha reblandecido y ha abandonado la tersura para convertirse en una especie de uva pasa de gran tamaño. La nariz picuda y con caballete, como de ave rapaz, daba sombra a una boca de labios sumidos que sonreían entre bondadosos e irónicos mostrando la cavidad semidesdentada, por la que salía una voz extrañamente dulce y carismática, era una voz llena de sabiduría, si esa fuese una cualidad del aparato fonador en vez de ser el atributo de algunas mentes humanas. Era, dicho de otro modo, una de esas voces de terciopelo calmado que sólo parecen poseer aquellos seres que son dueños de una especie de clarividencia llena de serenidad que los elevan sobre el común de los mortales.
(...)
...ciertamente, lo más impresionante de Benitiña eran los ojos, dos gotas de tinta negra bajo la sombra de unas cejas hirsutas que conservaban aún la mitad de su color negro destacando entre las canas, que daban a su cabello un aspecto como de nieve sucia. Era la suya la mirada más penetrante que se hubiera clavado en Amelia jamás.
(...)
Álvaro la había prevenido de las visitas de Benitiña y de las características de la extraña mujer, pero la realidad superaba con creces la idea que Amelia se había hecho de la supuesta Meiga y no pudo evitar una especie de encogimiento del estómago acompañado de un aceleramiento de los latidos del corazón cuando Benitiña, sacando la mano derecha del bolsillo del delantal, la señaló con el índice, torcido por la artrosis y nudoso como rama seca de arbusto, pronunciando su oráculo, aunque nadie se lo hubiera solicitado:
-Pobriña, tan xoven e fermosa, recien casadiña é xa se achega a éla a sombra, la nube de bagoas, espesa,chea de dór. Eu véxote no futuro chorando rios de bagoas, porque os teus pesares van ser moitos é non te deixarán respirar nin un poquiñto de felicidad.
(Pobrecita, tan joven y linda, recién casadita y ya se acerca a ella la sombra de la nube de lágrimas, espesa, llena de pesares. Te veo en el futuro y veo que llorarás ríos de lágrimas porque tus penas serán muchas y no te dejarán respirar ni un poquiño de felicidad).
Guardó silencio y, aunque Amelia no pudo comprender bien sus palabras, sí pudo captar el aire de triste conmiseración con que fueron pronunciadas. Al poco volvió a dirigirse a Amelia con tono lúgubre:
-Sofrirás. Coñecerás o dór de ser traicionada por quén ti mais queres. He darás a túa vida e il te deixará.
(Sufrirás. Conocerás el dolor de ser traicionada por quien tú más quieres. Tú le entregarás tu vida y él te dejará).
17 comentarios:
Yo no creo en meigas, pero haberlas haylas.
Un saludo.
Siempre resulta interesantísimo visitarte y leerte. Me gusta tu estilo!!
Saludos, Rosa
Hola Rosa:
Este fue el primer libro tuyo que leí y que reposa con los otros en la librería mi habitación.
Me encantó.
Ay la brujilla que "yuyu", aunque simpática como personaje.
Feliz finde semana.
Besicos, Montserrat
Rosa, es un placer visitarte y leerte. Estoy en ello.
¡Lástima no haber tenido alguno de tus libros para leerte..., saboreando las dos "aguas de sebá" que me tomé ayer en los Andenes!
Un cariñoso saludo.
CAyetano, haylas, haylas, y hacen de las suyas multitud de veces...
Un saludo
Mistral, a mí me gusta mucho el poema sobre el otoño de naranjas de miel que has escrito...Y no me gusta a mí sola, por lo que he visto.
Un saludo cordial
Montserrat, ¿te dio yuyu la meiga, como a la protagonista?
Pero no era mala, tan sólo un poco agorera la mujeruca...
Un besico
Antonio ¿estabas ayer en los Andenes? pues casi seguro que coincidimos, porque estuvimos paseando por allí, y además vivo muy cerca, pero como no nos conocemos personalmente...
Creo que eres de Murcia ¿no? A ver si nos conocemos cuando vaya al Museo Gaya este próximo mes, el día 9, a presentar mi última novela.
Un saludo
excelente fragmento, sugerente y anticipatorio de existencias atormentadas, ya lo creo que la piel refleja la biografía, Rosa
saludos blogueros
José Antonio, muchas gracias.
Te agradezco la visita y te deseo un fin de semana estupendo, componiendo nuevos romances, que la actualidad da para eso...
Saludos
Qué cierto es que en esa piel quedan todas las cicatrices, pero también las caricias.
Pedro, tenemos una memoria selectiva que nos salva, pues tiende a quedarse con lo bueno de las situaciones, pero también es cierto que las heridas dejan cicatrices y las caricias no permanecen visibles después de un tiempo.
Un abrazo y bienvenido. Muchas gracias por agregarte a mi blog.
Ya el título es atrayente
Besos y buen fin de semana
Arantza, muchas gracias. Buen fin de semana también para ti.
besos
Seguro que existen. Al menos en la mente de algunos...
Un gusto leerte Rosa.
Abrazos
Amig@mi@, las meigas existen, pero se esconden.
Una alegría tu visita.
un abrazo
Hola mi amor!
Pasando para desearte un gran fin de semana y gracias amor!
Te esperamos en el alma!
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